Por Donde Lo Mires

En esta página encontraras los capítulos de mi novela, "Por donde lo mires", ambientada en el siglo XVIII.

CAPÍTULO 1
Una joven de tez pálida con una vaga sonrisa en su rostro se reflejaba en el cristal de mi espejo. Me moví para verme de espaldas y ella realizó el mismo movimiento que yo. Su cabello rubio caía como una cascada de agua por sus hombros hasta acabar en tirabuzones justo a la altura del pecho, el cual sobresalía ligeramente a causa del apretado corsé. Vestía un largo vestido de falda amplia, con voluminosos volantes a ambos lados. El nerviosismo que adueñaban sus ojos marrones era demasiado evidente. Aparté la mirada del espejo mordiéndome el labio inferior. Era normal que estuviera nerviosa. Era mi primer baile. En 17 años de vida, no había asistido a ninguno a pesar de pertenecer a una de las familias más ricas de Northreach, normalmente solía encontrar alguna excusa para no ir, pero esta vez no había vuelta atrás. Mis padres se habían encontrado realmente interesados en que asistiera a este, mencionaron que una familia amiga suya de la infancia asistiría, y que tenían un hijo de mi misma edad. Que dijeran esto me dio entender que estaban empezando a buscarme posibles pretendientes sin mi permiso, y eso me daba muy mala espina.
Pasé unos segundos en silencio, de pie en mi habitación, andando de un lado a otro esperando a que mis padres entraran en cualquier momento anunciándome que debía bajar. Tan solo se oía el pequeño reloj de arena en mi escritorio, el leve sonido de los granos de arena al chocar contra el cristal. Aquel sonido estaba empezando a ponerme de los nervios. Dejándome llevar por mi enfado y sin pararme a pensar, cogí el reloj y lo tiré contra el suelo, acabando al fin con ese sonido infernal. Los pedacitos de cristal esparcidos en el suelo mezclados con los granos de arena. Formé una mueca en mi rostro y, justo en ese instante entró mi madre, vestida con un elegante vestido turquesa ajustado en la cintura.
Abrió la boca para replicar pero entonces la cerró y tomó aire.
-No hay tiempo para esto, más tarde hablaremos.- dijo, utilizando un tono de voz frío- Los invitados están bajo, debemos ir ya. Apuesto a que están deseando conocerte.
Rodé los ojos y la seguí. Mientras bajábamos por las largas escaleras de caracol hasta el vestíbulo mi madre me fue recordando una por una las normas de educación básicas, como si yo me tratara de una niña pequeña sin modales algunos.
Finalmente llegamos. El salón principal del palacio en el que vivía con mis padres normalmente vacío ahora estaba repleto de gente a la que no conocía. Todos vestidos con elegantes trajes de etiqueta que me dio a entender que pertenecían a una clase social bastante alta.
Localicé a mi padre a lo lejos. Un hombre alto, de espalda ancha y sonrisa afable. Charlaba con una pareja, que supuse que debían de ser, aquellos viejos amigos de los que tanto me había hablado mi madre. Esta me hizo un gesto con la cabeza, indicándome que debía seguirla. Me hice paso entre la multitud. La gente, se giraba para verme, algunos con deseo, otras con envidia. Finalmente nos detuvimos frente esa pareja que hablaba con mi padre. Mi madre carraspeó, de manera que todas las miradas se volvieron hacia ella.
-Señor y señora Yanusso, no tienen ni idea de lo feliz que me hace que hallan podido venir.- dijo mi madre con una sonrisa en la cara haciendo una pequeña reverencia de saludo.
Estos le correspondieron el saludo.
-Es un honor estar aquí con ustedes. Llebávamos demasiado tiempo sin vernos, esta es una buena manera de reencontrarnos.- respondió el señor Yanusso sonriente.
Eché una vista alrededor en busca de algo con lo que entretenerme debido a mi gran aburrimiento, pero todo era normal, algunas parejas bailando y el resto mujeres, agarradas a sus maridos, quienes fumaban y hablaban con otros caballeros sobre negocios.
-Y esta hermosura que os acompaña debe de ser Scarlett.- dijo la señora Yanusso, clavando sus ojos verdes en mí.- La famosa Scarlett. Vuestra madre se quedó corta cuando dijo que erais hermosa.
Le hice una sutil reverencia.- Un placer conocerla señorita Yanusso.
La mujer sonrió.
-Tenéis que conocer a nuestro hijo, no andará demasiado lejos.- Desapareció entre la muchedumbre y cuando regresó, un apuesto joven volvía junto a ella. Era alto, de espalda ancha y fuertes brazos. Su cabello castaño claro casi rubio era liso y lo llevaba corto y bien peinado. Sus ojos eran verdes, exactamente igual que los de su madre. A pesar de su agraciado aspecto hubo algo en él que me disgustó, odiaba la forma en la que me miraba, como si fuera un objeto al que quería poseer en vez de una persona. Le dediqué una pequeña inclinación de cabeza que él al instante correspondió. Sus finos labios se curvaron formando una sonrisa.
-Está hermosa esta noche.- susurró, mientras dejaba un cordial beso en mi mano- Un placer conocerla, Scarlett.
No me gustó para nada la forma en la que pronunció mi nombre. De hecho, tampoco me gustó que pronunciara mi nombre, apenas nos conocíamos, no debía tomarse tantas confianzas.
Forcé una sonrisa en mi rostro, viendo como mi madre me obligaba con la mirada a que respondiera al joven.
-También es un placer para mí conocerle, señorito Yanusso.- dije finalmente, mirando de reojo a mi madre,quien había formado una sonrisa de alivio en su rostro.
-Por favor, no me llame así, para usted soy Edward.- dijo,sin apartar sus ojos verdes de los míos.
Le sostuve la mirada desafiante, si pensaba que yo era las típicas que se sonrojaban por nada la iba a llevar clara.
Mi madre avanzó un paso y echó una rápida mirada a la pista de baile. Su expresión me dio a entender lo que iba a decir y deseaba con toda mi alma que mi intuición fuera errónea por una vez. No podía obligarme a bailar con él.
Mi madre se dirigió hacia el joven formando una cálida sonrisa (que probablemente había ensayado antes frente al espejo).
-¿Qué tal si os lleváis a mi hija a la pista? Ella es algo tímida, pero si va con usted seguro que se anima.
Eché maldiciones en mi cabeza contra mi madre, mientras apretaba los puños.
Edward me dirigió una rápida mirada y seguidamente se volvió hacia mi madre.
-Será un placer.- me miró, ofreciéndome su brazo derecho- ¿Me acompañáis?
Tras quedarme unos instantes en silencio mordiéndome la lengua abrí la boca.
-Claro.- respondí secamente, mientras aceptaba su brazo.
Mi madre me miró con una sonrisa de satisfacción, había conseguido justo lo que quería.
El joven me llevó a la pista de baile, mientras me hablaba sobre las típicas cosas superficiales que tanto detestaba, yo me limitaba a asentir de vez en cuando con la cabeza, pero ciertamente, apenas le estaba escuchando.
-Entonces, Lerrysson prefirió aceptar el trato de Kendell cuando el de Harrison le salía mucho más rentable, ¿no le parece indignante?- al ver que no contestaba carraspeó- ¿Scarlett?
Me sobresalté y lo miré a los ojos, asintiendo con la cabeza.
-Tiene usted razón, Edward.- dije, sin poder evitar el tono aburrido de mi voz.
Por suerte, él pareció no advertirlo, y continuó hablando de cosas que no me interesaban.
Entonces empezó a sonar una de las canciones típicas de Northreach y cada uno agarró a su pareja para comenzar a bailar, siguiendo aquellos pasos que todo el mundo conocía de memoria.
Por desgracia para mí, la persona a la que más cerca tenía era Edward, por lo que este me sujetó de la cintura y comenzamos a bailar, uniéndonos al resto de parejas que estaban en la pista. Entonces llegó el momento en el que las mujeres debían dar un giro y pasar a bailar con el hombre que se encontrara a su izquierda, y eso hice, acabando frente a un atractivo joven que debía tener aproximadamente mi edad. Su cabello negro caía a mechones desordenados, dándole un aspecto salvaje y atrayente al mismo tiempo. Su tez bronceada contrastaba a la perfección con sus ojos, que eran de un tono dorado que nunca antes había visto, cubridos por unas largas pestañas oscuras. Llevaba un chaleco negro y una camisa debajo de este, su corbata estaba desabrochada y llevaba las mangas subidas hasta los codos, dándole un toque informal. Su clavícula desnuda dejaba visible una frase escrita con tinta negra: "Sabemos lo que somos, pero no lo que podemos llegar a ser".
El joven sonrió de medio lado, provocando que un hoyuelo se formara en su mejilla derecha.
-¿Le gusta lo que ve?- preguntó, alzando una ceja divertido.
Aparté la mirada de su clavícula para mirarle a los ojos, notaba como un suave rubor empezaba a formarse en mis mejillas.
-Estaba leyendo la frase.- dije, luchando contra el temblor de mi voz- ¿Le gusta Dickens?
El joven me agarró de la cintura y me alzó, como habían hecho el resto de las parejas. Una suave descarga de energía recurrió mi columna en cuanto sus dedos se posaron sobre mí. Bailaba con gracia, siguiendo cada uno de los movimientos a la perfección.
-Me considero un gran fan de Dickens.- respondió, mientras me dejaba en tierra de nuevo.
Sus ojos dorados no se apartaron ni un instante de mí, al igual que yo tampoco los aparté de él.
-¿Me creería si le dijera que me he colado en este baile solo para comprobar con mis propios ojos si es usted tan bonita como me habían hecho saber?- preguntó, mientras juntaba la palma de su mano con la mía.
Empezamos a dar vueltas, siguiendo la misma dirección que el resto de parejas.
-Pensaría que es usted una especie de acosador.- respondí finalmente.
Sus ojos dorados relucieron, recordándome a los de un felino apunto de atrapar a su presa.
Sus labios se curvaron en una sonrisa.
-Buena contestación. Sin duda es usted muy diferente a como me esperaba que sería una dama perteneciente a una de las familias más ricas.
-¿Acaso no es usted de una clase social tan alta como la mía?- dije, mirándolo con curiosidad- Dudo que mis padres invitaran a alguien de clase baja.
Este mientras me daba una vuelta, aprovechó para acercarse a mí. Sentí su suave aliento en mi oreja.
A pesar de no estar viéndole la cara, supe que estaba sonriendo.
-No dije en ningún momento que me hubiesen invitado.- susurró, mientras me colocaba de nuevo frente a él.
Alcé una ceja molesta. Ya entendía lo que intentaba hacer. Pensaba que mintiéndome e inventando estupideces heroicas como que se había colado en la fiesta conseguiría que cayera rendida a sus pies. La llevaba clara.
El joven frente a mí sonrió. Su mirada de ojos dorados irradiaba superioridad hasta el punto de hacer que me sintiera realmente pequeña comparada con él.
-Piensa que estoy mintiendo y que lo invento todo para intentar cortejarla.- la sonrisa en su rostro se ensanchó.
-¿Cómo sabe...-
-Justamente lo que estaba pensando.- finalizó la frase impidiéndome continuar- Lo veo en su mirada. Soy un mago, ¿sabe?
Las personas a nuestro alrededor en la pista de baile, acababan de cambiar de pareja, siguiendo el ritmo de la música, pero yo permanecí con aquel extraño joven de ojos dorados, a pesar de la mirada de desesperación que me dirigió Edward, dando a entender que él deseaba bailar conmigo.
Lo ignoré por completo y me dirigí hacia el joven, quien me miraba divertido.
-Parece que su pretendiente reclama a su pareja de baile.- comentó.
Fruncí el ceño.
-Ese idiota no es mi pretendiente y no creo que vaya a morirse por bailar con otra persona.- resoplé rodando los ojos.
-Ese vocabulario no es apropiado en una dama.- señaló, sonriendo de medio lado.
-¿Enserio va a hablarme usted a mí de vocabulario?- repliqué- Aparte, no me cambie de tema. Osea, usted es un mago que se ha colado en un baile de gente de clase alta. ¿De verdad pretende que me lo crea?
El joven dirigió la mirada a mi clavícula, concretamente a la gargantilla de oro que se ajustaba a mi cuello con elegancia. Alzó la mano y sujetó entre sus dedos el pequeño rubí de mi collar. Un leve escalofrío subió por mi cuerpo en cuanto sus dedos rozaron mi clavícula.
-Bonito collar.-murmuró, mirándolo con aparente curiosidad- El rubí, es verdadero, ¿cierto?
Alcé la mirada y clavé mis ojos en sus pupilas doradas.
-Sí, fue un regalo por mi 16 cumpleaños.-
El joven sonrió maliciosamente, dejando de nuevo, el collar caer en mi clavícula.
-Dentro de unos segundos podrá comprobar por usted misma que no estaba mintiendo.- dijo el joven, avanzando un paso hacia mí.
-Pero, como...-

-¡AHORA!- gritó, interrumpiéndome antes de que pudiera continuar.


CAPÍTULO 2
-¡AHORA!- gritó, interrumpiéndome antes de que pudiera continuar.
En el momento justo en el que el joven pronunció estas palabras, unos hombres armados aparecieron en la sala. Muchas de las copas que sujetaban los invitados cayeron al suelo, provocando que un fuerte estallido resonara en la habitación. Todos contemplaban a aquellos hombres con la boca abierta y un sentimiento entre sorpresa y terror reflejado en sus ojos. Oí el chillido de una mujer mayor, a la que uno de los hombres le había arrebatado su collar de perlas. Tras estar unos segundos paralizados ante la sorpresa, los invitados reaccionaron y empezaron a gritar, imitando a la señora de antes.
Toda la sala era un caos, los hombres se dedicaban a amenazar a los invitados con sus espadas y robarles todo lo de valor que llevasen encima, estos, tras encogerse de miedo, acababan entregándoles lo que querían. Mientras tanto, algunos se escondían bajo las mesas y las mujeres, se refugiaban tras sus maridos, quienes tanto presumían de sus habilidades con la espada, y ahí se los veía, atemorizados y con el rostro totalmente pálido. Vislumbré a lo lejos a Edward, quien huía por el salón dando gritos, ignorando por completo a su madre que le suplicaba ayuda aterrorizada. A pesar de la caótica situación en la que nos encontrábamos, no pude evitar que una pequeña risa escapara por mi boca. Apuesto a que después de lo ocurrido, mis padres cambiarían de idea respecto al "magnífico" y "valiente" Edward.
Entonces volví a la realidad, dándome cuenta de que me encontraba parada en medio de la sala. En cuanto reaccioné, intenté huir, pero alguien me agarró por la cintura antes de que pudiera dar un paso.
-¿A dónde cree que va, señorita? ¿De verdad piensa que me he olvidado tan rápido de usted?- la voz de el joven de pupilas doradas sonó a escasos centímetros de mi oreja.
Apreté los dientes.
- Es imposible que hayan entrado tantos. Tenemos guardias en las entradas al palacio.- me retorcí en los brazos del joven, intentando, inútilmente liberarme de su agarre, pero nada de lo que hiciera parecía afectarle lo más mínimo.
Noté como este, a mis espaldas sonreía. Vi de reojo un rápido destello y en cuanto me di cuenta, la punta de su espada se encontraba a escasos centímetros de mi cuello. Podía sentir el frío metal contra mi piel desnuda.
-Haga el favor de estarse quieta. No me gustaría tener que usarla.-
A reñadientes, dejé de moverme.
-¿Cómo ha hecho para que entren todos sus hombres aquí?- le pregunté, respirando con dificultad.
-Ya le dije que era un mago.- respondió, adoptando un tono de burla en su voz.
A pesar de que no podía verme, rodé los ojos exasperada.
Entonces se oyó a lo lejos el sonido de unos pasos y, unos segundos después, el ejército que custodiaba el palacio de mis padres se encontraba rodeando la sala, con sus armas en mano, dispuestos a combatir a los ladrones.
-Parece que su plan no va a salir tan bien como pensaba.- dije, sonriendo.
-No cante victoria tan rápidamente, señorita.- replicó este- Soy un mago, y como tal, siempre tengo ases bajo la manga.
En cuanto uno de los soltados avanzó para luchar contra el ladrón, el joven que me sujetaba, gritó, provocando que todas las miradas de la sala se fijaran en él. A pesar de no verle la cara, supe que una sonrisa arrogante se acababa de formar en su rostro.
-Como sus soldados toquen a alguno de mis hombres, le aseguro que su hija no saldrá con vida de esta.- se dirigió a mi padre, quien me observaba con el rostro pálido mientras gotas de sudor descendían por su frente.
La sala se sumió en un silencio absoluto.
-Bien.- la sonrisa del joven se ensanchó- Ahora, nos dejarán salir del palacio sin luchar.
Al ver la ligera vacilación de mi padre, el joven bajó la punta de la espada hasta colocarla a la altura de mi corazón, dando a entender que me mataría si no cumplía con lo establecido
-Marcharos.- dijo mi padre, dirigiéndose a los soldados.
Estos hicieron una ligera inclinación de cabeza y salieron por la puerta.
-Bien. Ya tiene lo que quería, ahora devuélvame a mi hija.-
El joven soltó una pequeña carcajada tras de mí, sus hombres al instante le siguieron.
-¿Me ve cara de estúpido? ¿De verdad piensa que me viene rentable devolverle a su hermosa hija?- rozó con sus labios mi cuello.
Sacudí los hombros, pero este apretó más mi espalda contra su pecho.
-Sé que en cuanto dejara de estar en peligro me mataría. Ya sabe, tantos años de experiencia hacen a uno desconfiado.- sonrió mostrando los dientes como un felino- Camina- me ordenó.
Sacudí con la cabeza con tozudez, permaneciendo en el mismo sitio.
-De todas las mujeres tontas y confiadas me tuvo que tocar la de mal genio.- gruñó, mientras hundía la punta de su espada unos centímetros en mi piel- ¿Caminará ahora o prefiere esperar a que la mate?
Tragué saliva y, tras unos segundos de vacilación, decidí hacer caso de lo que me decía.
Los invitados nos abrían el paso, sus rostros estaban pálidos y me miraban aterrorizados, como si fueran ellos los que tuvieran la punta de una espada clavada en la espalda.
El joven, aún agarrándome de la cintura, me dirigió hacia fuera del castillo. Todos los invitados al baile encabezados por mis padres, nos siguieron.
Entonces vislumbré a lo lejos un gran barco de desgastada madera aparcado en el muelle. En cuanto estuvimos frente al barco, me revolví en los brazos del joven, pero este no se apartó de mí.
-Ya ha conseguido salir con todas las joyas que quería, déjeme ir.- gruñí.
Pero este, ignorándome por completo, me agarró con brusquedad del brazo, y tapándome la boca para que no pudiera gritar, me metió de golpe en el barco.
El resto de hombres que formaban la tripulación empezaron a poner el barco en marcha. Alzaron las velas y subieron el ancla, de manera que ya no había nada que retuviera al barco en ese lugar.
A lo lejos, vi como mi padre corría hacia el borde del muelle, mirando con furia al joven, quien seguía tapándome la boca.
-Consiguió lo que quería, le dejé marcharse sin luchar, teníamos un trato, ¡devuélvame a mi hija!- apenas pude oírlo a causa del viento que chocaba con fuerza contra mis oídos.
El joven quitó su mano de mi boca, de manera que quedé libre. Me arrimé lo máximo que pude a la cubierta del barco.
-En ningún momento prometí que fuera a dejarla libre.- gritó para que mi padre pudiera oírle.
El barco cada vez se alejaba más y más del palacio. Ya apenas podía ver con claridad su rostro, pero no me costó demasiado adivinar como estaría, después de que una panda de piratas hubieran secuestrado a su única hija.
-¡Padre!- grité.
Oí como este pronunciaba mi nombre, prometiéndome que me rescatarían.
El joven junto a mí, formó una arrogante sonrisa en su rostro, mientras hacía una exagerada reverencia hacia mi padre.
-Un placer haberle conocido, señor Pierce.- gritó.
Vislumbré como junto a mi padre, había aparecido de nuevo el ejército que protegía nuestro palacio, estos sacaron sus pistolas y dispararon hacia el joven, quien esquivó cada una de las balas con elegancia, sin dejar que ninguna de ellas le rozara.
Seguidamente se dirigió hacia su tripulación y empezó a reír a carcajadas, de manera que el resto de sus hombres lo imitaron.
Uno de los hombres se estaba revolcando entre las joyas que habían robado mientras que otro las mordía para comprobar que eran de oro puro.
-Nos pagarán un pastón por esto.- sus ojos desprendían alegría, mientras contaba cada uno de los diamantes que había en la bolsa.
El resto de la tripulación se unió a estos hombres, mientras que el joven se quedó junto a mí, observando su botín satisfecho.
-Esta vez si que te lo has montado bien, James.- dijo un hombre.
Llevaba un parche negro cubriéndole el ojo derecho y le faltaban los dos dientes delanteros superiores.
Desvió su mirada del joven para posarla en mí, sus ojos me observaron de arriba a abajo con atención, teniéndose más tiempo de lo debido sobre mis pechos. Crucé los brazos algo incómoda.
-Y encima traes contigo a la chica. Menudo par de pechos. Ya entiendo porque te has llevado a esta en vez de a la morena que no te quitaba los ojos de encima.-
Fruncí el ceño, ¿cómo se atrevía a hablar de mí así? Desde luego, ese hombre no tenía nada de educación.
-Controla tu lenguaje delante de la señorita, Manson.- dijo el joven con sarcasmo, sonriendo de medio lado- Si me sustituyes dos horas en el timón te la regalo durante toda la noche.- le guiñó un ojo al hombre.
Lo miré con enfado.
-¿¡Qué es eso de ir regalándome a la gente?!- repliqué, fulminando a ambos con la mirada- Por si no habían advertido en ello, soy una persona, no un juguete.
-La chica es algo temperamental, pero estoy seguro de que con algo de sexo se calmará.-
-Entonces, ¿trato hecho?- dijo el hombre esperanzado, alargando una mano hacia James.
Este fue a estrechársela en señal de que estaba conforme, pero lo aparté de un manotazo antes de que pudiera hacerlo.
James se giró de golpe y me miró, su cara estaba descompuesta formando una mueca. Me crucé de brazos mirándolo desafiante.
-¿Qué cree que está haciendo?- preguntó, con una tranquilidad que consiguió erizarme los pelos de la nuca.
-Yo... Solo...- aclaré la garganta- ¿¡Pretende que me quede de brazos cruzamos mientras me va regalando como si fuera una prostituta?!
El joven miró hacia el cielo, pude ver la rabia reflejada en sus ojos dorados, se dirigió hacia el hombre al que había llamado Manson, y con una mirada consiguió que este se marchara, acobardado.
Pude oír el escándalo de los hombres a nuestras espaldas jugando con el oro que habían obtenido, pero esto parecía haber pasado a segundo plano, era como si tan solo existiera la mirada de pupilas doradas del joven, me miraba con tal intensidad que empezaba a sentirme intimidada.
Bajé la mirada al suelo, sin poder soportar seguir mirándole a los ojos. Me reprendí a mí misma por ello, ¿qué tenía aquel joven que lo hacía tan aterrador?
En cuanto me di cuenta, lo tenía a mis espaldas, apartando mi largo cabello hacia un lado, dejando parte de mi cuello al descubierto. Apoyó su cabeza en mi hombro, de manera que sus labios rozaron ligeramente mi oreja.
-Usted no se encuentra en posición de negociar, señorita, le recuerdo, que con tan solo un movimiento de muñeca- desenvainó su espada ante mis ojos- podría acabar con su vida.- volvió a guardarla en su cinturón- A si que le recomiendo no cabrearme, nunca me he considerado un hombre con mucha paciencia.
Tragué saliva, sintiendo como mi pulso se aceleraba. Su cabello negro se sacudió a causa del viento, provocando que un mechón, acariciara mi mejilla con suavidad. Un pequeño escalofrío me subió por la columna vertebral, consiguiendo congelar mis huesos.
-¿ Por qué me ha traido aquí?- le pregunté, en apenas un débil susurro- Si quiere usarme de diversión para sus hombres, ya puede ir olvidándose porque yo no pienso hacer nada de...
-Harás lo que yo te diga y punto, Scarlett.- me interrumpió con brusquedad.
Lo miré con el ceño fruncido.
-No me gusta que me llame por mi nombre. Apenas le conozco.-
El joven sonrió, pude ver un destello dorado en su sonrisa. Me sorprendí al darme cuenta de que tenía un diente de oro, que contrastaba radicalmente con su cara de ángel caído.
Mirándolo así, con los rayos del sol impactándole en la cara, sí que tenía cierto aire a pirata, ¿cómo es que no había advertido antes en la pequeña cicatriz de su mejilla?
-Acabo de secuestrarte, tenemos confianza.- me guiñó un ojo- Puedes tutearme si quieres.
Me crucé de brazos frunciendo el ceño.
-Ojalá te pudras en el infierno.- escupí.
Pude captar un brillo de diversión en sus ojos dorados, la sonrisa en su rostro se ensanchó, como si aquel comentario hubiese sido un cumplido, cuando era todo lo contrario.
-Ten por seguro que lo haré.- respondió con burla- Por cierto, deja de fruncir el ceño así, no quiero que te salgan arrugas.


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