martes, 4 de febrero de 2014

Por donde lo mires. Cap 2

CAPÍTULO 2
-¡AHORA!- gritó, interrumpiéndome antes de que pudiera continuar.
En el momento justo en el que el joven pronunció estas palabras, unos hombres armados aparecieron en la sala. Muchas de las copas que sujetaban los invitados cayeron al suelo, provocando que un fuerte estallido resonara en la habitación. Todos contemplaban a aquellos hombres con la boca abierta y un sentimiento entre sorpresa y terror reflejado en sus ojos. Oí el chillido de una mujer mayor, a la que uno de los hombres le había arrebatado su collar de perlas. Tras estar unos segundos paralizados ante la sorpresa, los invitados reaccionaron y empezaron a gritar, imitando a la señora de antes.
Toda la sala era un caos, los hombres se dedicaban a amenazar a los invitados con sus espadas y robarles todo lo de valor que llevasen encima, estos, tras encogerse de miedo, acababan entregándoles lo que querían. Mientras tanto, algunos se escondían bajo las mesas y las mujeres, se refugiaban tras sus maridos, quienes tanto presumían de sus habilidades con la espada, y ahí se los veía, atemorizados y con el rostro totalmente pálido. Vislumbré a lo lejos a Edward, quien huía por el salón dando gritos, ignorando por completo a su madre que le suplicaba ayuda aterrorizada. A pesar de la caótica situación en la que nos encontrábamos, no pude evitar que una pequeña risa escapara por mi boca. Apuesto a que después de lo ocurrido, mis padres cambiarían de idea respecto al "magnífico" y "valiente" Edward.
Entonces volví a la realidad, dándome cuenta de que me encontraba parada en medio de la sala. En cuanto reaccioné, intenté huir, pero alguien me agarró por la cintura antes de que pudiera dar un paso.
-¿A dónde cree que va, señorita? ¿De verdad piensa que me he olvidado tan rápido de usted?- la voz de el joven de pupilas doradas sonó a escasos centímetros de mi oreja.
Apreté los dientes.
- Es imposible que hayan entrado tantos. Tenemos guardias en las entradas al palacio.- me retorcí en los brazos del joven, intentando, inútilmente liberarme de su agarre, pero nada de lo que hiciera parecía afectarle lo más mínimo.
Noté como este, a mis espaldas sonreía. Vi de reojo un rápido destello y en cuanto me di cuenta, la punta de su espada se encontraba a escasos centímetros de mi cuello. Podía sentir el frío metal contra mi piel desnuda.
-Haga el favor de estarse quieta. No me gustaría tener que usarla.-
A reñadientes, dejé de moverme.
-¿Cómo ha hecho para que entren todos sus hombres aquí?- le pregunté, respirando con dificultad.
-Ya le dije que era un mago.- respondió, adoptando un tono de burla en su voz.
A pesar de que no podía verme, rodé los ojos exasperada.
Entonces se oyó a lo lejos el sonido de unos pasos y, unos segundos después, el ejército que custodiaba el palacio de mis padres se encontraba rodeando la sala, con sus armas en mano, dispuestos a combatir a los ladrones.
-Parece que su plan no va a salir tan bien como pensaba.- dije, sonriendo.
-No cante victoria tan rápidamente, señorita.- replicó este- Soy un mago, y como tal, siempre tengo ases bajo la manga.
En cuanto uno de los soltados avanzó para luchar contra el ladrón, el joven que me sujetaba, gritó, provocando que todas las miradas de la sala se fijaran en él. A pesar de no verle la cara, supe que una sonrisa arrogante se acababa de formar en su rostro.
-Como sus soldados toquen a alguno de mis hombres, le aseguro que su hija no saldrá con vida de esta.- se dirigió a mi padre, quien me observaba con el rostro pálido mientras gotas de sudor descendían por su frente.
La sala se sumió en un silencio absoluto.
-Bien.- la sonrisa del joven se ensanchó- Ahora, nos dejarán salir del palacio sin luchar.
Al ver la ligera vacilación de mi padre, el joven bajó la punta de la espada hasta colocarla a la altura de mi corazón, dando a entender que me mataría si no cumplía con lo establecido
-Marcharos.- dijo mi padre, dirigiéndose a los soldados.
Estos hicieron una ligera inclinación de cabeza y salieron por la puerta.
-Bien. Ya tiene lo que quería, ahora devuélvame a mi hija.-
El joven soltó una pequeña carcajada tras de mí, sus hombres al instante le siguieron.
-¿Me ve cara de estúpido? ¿De verdad piensa que me viene rentable devolverle a su hermosa hija?- rozó con sus labios mi cuello.
Sacudí los hombros, pero este apretó más mi espalda contra su pecho.
-Sé que en cuanto dejara de estar en peligro me mataría. Ya sabe, tantos años de experiencia hacen a uno desconfiado.- sonrió mostrando los dientes como un felino- Camina- me ordenó.
Sacudí con la cabeza con tozudez, permaneciendo en el mismo sitio.
-De todas las mujeres tontas y confiadas me tuvo que tocar la de mal genio.- gruñó, mientras hundía la punta de su espada unos centímetros en mi piel- ¿Caminará ahora o prefiere esperar a que la mate?
Tragué saliva y, tras unos segundos de vacilación, decidí hacer caso de lo que me decía.
Los invitados nos abrían el paso, sus rostros estaban pálidos y me miraban aterrorizados, como si fueran ellos los que tuvieran la punta de una espada clavada en la espalda.
El joven, aún agarrandome de la cintura, me dirigió hacia fuera del castillo. Todos los invitados al baile encabezados por mis padres, nos siguieron.
Entonces vislumbré a lo lejos un gran barco de desgastada madera aparcado en el muelle. En cuanto estuvimos frente al barco, me revolví en los brazos del joven, pero este no se apartó de mí.
-Ya ha conseguido salir con todas las joyas que quería, déjeme ir.- gruñí.
Pero este, ignorándome por completo, me agarró con brusquedad del brazo, y tapándome la boca para que no pudiera gritar, me metió de golpe en el barco.
El resto de hombres que formaban la tripulación empezaron a poner el barco en marcha. Alzaron las velas y subieron el ancla, de manera que ya no había nada que retuviera al barco en ese lugar.
A lo lejos, vi como mi padre corría hacia el borde del muelle, mirando con furia al joven, quien seguía tapándome la boca.
-Consiguió lo que quería, le dejé marcharse sin luchar, teníamos un trato, ¡devuélvame a mi hija!- apenas pude oirlo a causa del viento que chocaba con fuerza contra mis oídos.
El joven quitó su mano de mi boca, de manera que quedé libre. Me arrimé lo máximo que pude a la cubierta del barco.
-En ningún momento prometí que fuera a dejarla libre.- gritó para que mi padre pudiera oirle.
El barco cada vez se alejaba más y más del palacio. Ya apenas podía ver con claridad su rostro, pero no me costó demasiado adivinar como estaría, después de que una panda de piratas hubieran secuestrado a su única hija.
-¡Padre!- grité.
Oí como este pronunciaba mi nombre, prometiéndome que me rescatarían.
El joven junto a mí, formó una arrogante sonrisa en su rostro, mientras hacía una exagerada reverencia hacia mi padre.
-Un placer haberle conocido, señor Pierce.- gritó.
Vislumbré como junto a mi padre, había aparecido de nuevo el ejército que protegía nuestro palacio, estos sacaron sus pistolas y dispararon hacia el joven, quien esquivó cada una de las balas con elegancia, sin dejar que ninguna de ellas le rozara.
Seguidamente se dirigió hacia su tripulación y empezó a reír a carcajadas, de manera que el resto de sus hombres lo imitaron.
Uno de los hombres se estaba revolcando entre las joyas que habían robado mientras que otro las mordía para comprobar que eran de oro puro.
-Nos pagarán un pastón por esto.- sus ojos desprendían alegría, mientras contaba cada uno de los diamantes que había en la bolsa.
El resto de la tripulación se unió a estos hombres, mientras que el joven se quedó junto a mí, observando su botín satisfecho.
-Esta vez si que te lo has montado bien, James.- dijo un hombre.
Llevaba un parche negro cubriéndole el ojo derecho y le faltaban los dos dientes delanteros superiores.
Desvió su mirada del joven para posarla en mí, sus ojos me observaron de arriba a abajo con atención, teniéndose más tiempo de lo debido sobre mis pechos. Crucé los brazos algo incómoda.
-Y encima traes contigo a la chica. Menudo par de pechos. Ya entiendo porque te has llevado a esta en vez de a la morena que no te quitaba los ojos de encima.-
Fruncí el ceño, ¿cómo se atrevía a hablar de mí así? Desde luego, ese hombre no tenía nada de educación.
-Controla tu lenguaje delante de la señorita, Manson.- dijo el joven con sarcasmo, sonriendo de medio lado- Si me sustituyes dos horas en el timón te la regalo durante toda la noche.- le guiñó un ojo al hombre.
Lo miré con enfado.
-¿¡Qué es eso de ir regalándome a la gente?!- repliqué, fulminando a ambos con la mirada- Por si no habían advertido en ello, soy una persona, no un juguete.
-La chica es algo temperamental, pero estoy seguro de que con algo de sexo se calmará.-
-Entonces, ¿trato hecho?- dijo el hombre esperanzado, alargando una mano hacia James.
Este fue a estrechársela en señal de que estaba conforme, pero lo aparté de un manotazo antes de que pudiera hacerlo.
James se giró de golpe y me miró, su cara estaba descompuesta formando una mueca. Me crucé de brazos mirándolo desafiante.
-¿Qué cree que está haciendo?- preguntó, con una tranquilidad que consiguió erizarme los pelos de la nuca.
-Yo... Solo...- aclaré la garganta- ¿¡Pretende que me quede de brazos cruzamos mientras me va regalando como si fuera una prostituta?!
El joven miró hacia el cielo, pude ver la rabia reflejada en sus ojos dorados, se dirigió hacia el hombre al que había llamado Manson, y con una mirada consiguió que este se marchara, acobardado.
Pude oir el escandalo de los hombres a nuestras espaldas jugando con el oro que habían obtenido, pero esto parecía haber pasado a segundo plano, era como si tan solo existiera la mirada de pupilas doradas del joven, me miraba con tal intensidad que empezaba a sentirme intimidada.
Bajé la mirada al suelo, sin poder soportar seguir mirándole a los ojos. Me reprendí a mí misma por ello, ¿qué tenía aquel joven que lo hacía tan aterrador?
En cuanto me di cuenta, lo tenía a mis espaldas, apartando mi largo cabello hacia un lado, dejando parte de mi cuello al descubierto. Apoyó su cabeza en mi hombro, de manera que sus labios rozaron ligeramente mi oreja.
-Usted no se encuentra en posición de negociar, señorita, le recuerdo, que con tan solo un movimiento de muñeca- desenvainó su espada ante mis ojos- podría acabar con su vida.- volvió a guardarla en su cinturón- A si que le recomiendo no cabrearme, nunca me he considerado un hombre con mucha paciencia.
Tragué saliva, sintiendo como mi pulso se aceleraba. Su cabello negro se sacudió a causa del viento, provocando que un mechón, acariciara mi mejilla con suavidad. Un pequeño escalofrío me subió por la columna vertebral, consiguiendo congelar mis huesos.
-¿ Por qué me ha traido aquí?- le pregunté, en apenas un débil susurro- Si quiere usarme de diversión para sus hombres, ya puede ir olvidándose porque yo no pienso hacer nada de...
-Harás lo que yo te diga y punto, Scarlett.- me interrumpió con brusquedad.
Lo miré con el ceño fruncido.
-No me gusta que me llame por mi nombre. Apenas le conozco.-
El joven sonrió, pude ver un destello dorado en su sonrisa. Me sorprendí al darme cuenta de que tenía un diente de oro, que contrastaba radicalmente con su cara de ángel caído.
Mirándolo así, con los rayos del sol impactándole en la cara, sí que tenía cierto aire a pirata, ¿cómo es que no había advertido antes en la pequeña cicatriz de su mejilla?
-Acabo de secuestrarte, tenemos confianza.- me guiñó un ojo- Puedes tutearme si quieres.
Me crucé de brazos frunciendo el ceño.
-Ojalá te pudras en el infierno.- escupí.
Pude captar un brillo de diversión en sus ojos dorados, la sonrisa en su rostro se ensanchó, como si aquel comentario hubiese sido un cumplido, cuando era todo lo contrario.
-Ten por seguro que lo haré.- respondió con burla- Por cierto, deja de fruncir el ceño así, no quiero que te salgan arrugas.


lunes, 27 de enero de 2014

Capítulo 1, primer capítulo

¡Buenas!
Os traigo el primer capítulo de la nueva novela. Al final conseguí poner el código de Html para que no se pudiera copiar el texto de mi blog, así que ya podré publicar la nueva novela por aquí.
En fin, os dejo el primer capítulo (probablemente uno de los personajes os resulte familiar de la antigua novela).
Una joven de tez pálida con una vaga sonrisa en su rostro se reflejaba en el cristal de mi espejo. Me moví para verme de espaldas y ella realizó el mismo movimiento que yo. Su cabello rubio caía como una cascada de agua por sus hombros hasta acabar en tirabuzones justo a la altura del pecho, el cual sobresalía ligeramente a causa del apretado corsé. Vestía un largo vestido de falda amplia, con voluminosos volantes a ambos lados. El nerviosismo que adueñaban sus ojos marrones era demasiado evidente. Aparté la mirada del espejo mordiendome el labio inferior. Era normal que estuviera nerviosa. Era mi primer baile. En 17 años de vida, no había asistido a ninguno a pesar de pertenecer a una de las familias más ricas de Northreach, normalmente solía encontrar alguna excusa para no ir, pero esta vez no había vuelta atrás. Mis padres se habían encontrado realmente interesados en que asistiera a este, mencionaron que una familia amiga suya de la infancia asistiría, y que tenían un hijo de mi misma edad. Que dijeran esto me dio entender que estaban empezando a buscarme posibles pretendientes sin mi permiso, y eso me daba muy mala espina.
Pasé unos segundos en silencio, de pie en mi habitación, andando de un lado a otro esperando a que mis padres entraran en cualquier momento anunciándome que debía bajar. Tan solo se oía el pequeño reloj de arena en mi escritorio, el leve sonido de los granos de arena al chocar contra el cristal. Aquel sonido estaba empezando a ponerme de los nervios. Dejándome llevar por mi enfado y sin pararme a pensar, cogí el reloj y lo tiré contra el suelo, acabando al fin con ese sonido infernal. Los pedacitos de cristal esparcidos en el suelo mezclados con los granos de arena. Formé una mueca en mi rostro y, justo en ese instante entró mi madre, vestida con un elegante vestido turquesa ajustado en la cintura.
Abrió la boca para replicar pero entonces la cerró y tomó aire.
-No hay tiempo para esto, más tarde hablaremos.- dijo, utilizando un tono de voz frío- Los invitados están bajo, debemos ir ya. Apuesto a que están deseando conocerte.
Rodé los ojos y la seguí. Mientras bajábamos por las largas escaleras de caracol hasta el vestíbulo mi madre me fue recordando una por una las normas de educación básicas, como si yo me tratara de una niña pequeña sin modales algunos.
Finalmente llegamos. El salón principal del palacio en el que vivía con mis padres normalmente vacío ahora estaba repleto de gente a la que no conocía. Todos vestidos con elegantes trajes de etiqueta que me dio a entender que pertenecían a una clase social bastante alta.
Localicé a mi padre a lo lejos. Un hombre alto, de espalda ancha y sonrisa afable. Charlaba con una pareja, que supuse que debían de ser, aquellos viejos amigos de los que tanto me había hablado mi madre. Esta me hizo un gesto con la cabeza, indicándome que debía seguirla. Me hice paso entre la multitud. La gente, se giraba para verme, algunos con deseo, otras con envidia. Finalmente nos detuvimos frente esa pareja que hablaba con mi padre. Mi madre carraspeó, de manera que todas las miradas se volvieron hacia ella.
-Señor y señora Yanusso, no tienen ni idea de lo feliz que me hace que hallan podido venir.- dijo mi madre con una sonrisa en la cara haciendo una pequeña reverencia de saludo.
Estos le correspondieron el saludo.
-Es un honor estar aquí con ustedes. Llevávamos demasiado tiempo sin vernos, esta es una buena manera de reencontrarnos.- respondió el señor Yanusso sonriente.
Eché una vista alrededor en busca de algo con lo que entretenerme debido a mi gran aburrimiento, pero todo era normal, algunas parejas bailando y el resto mujeres, agarradas a sus maridos, quienes fumaban y hablaban con otros caballeros sobre negocios.
-Y esta hermosura que os acompaña debe de ser Scarlett.- dijo la señora Yanusso, clavando sus ojos verdes en mí.- La famosa Scarlett. Vuestra madre se quedó corta cuando dijo que érais hermosa.
Le hice una sutil reverencia.- Un placer conocerla señorita Yanusso.
La mujer sonrió.
-Tenéis que conocer a nuestro hijo, no andará demasiado lejos.- Desapareció entre la muchedumbre y cuando regresó, un apuesto joven volvía junto a ella. Era alto, de espalda ancha y fuertes brazos. Su cabello castaño claro casi rubio era liso y lo llevaba corto y bien peinado. Sus ojos eran verdes, exactamente igual que los de su madre. A pesar de su agraciado aspecto hubo algo en él que me disgustó, odiaba la forma en la que me miraba, como si fuera un objeto al que quería poseer en vez de una persona. Le dediqué una pequeña inclinación de cabeza que él al instante correspondió. Sus finos labios se curvaron formando una sonrisa.
-Está hermosa esta noche.- susurró, mientras dejaba un cordial beso en mi mano- Un placer conocerla, Scarlett.
No me gustó para nada la forma en la que pronunció mi nombre. De hecho, tampoco me gustó que pronunciara mi nombre, apenas nos conocíamos, no debía tomarse tantas confianzas.
Forcé una sonrisa en mi rostro, viendo como mi madre me obligaba con la mirada a que respondiera al joven.
-También es un placer para mí conocerle, señorito Yanusso.- dije finalmente, mirando de reojo a mi madre,quien había formado una sonrisa de alivio en su rostro.
-Por favor, no me llame así, para usted soy Edward.- dijo,sin apartar sus ojos verdes de los míos.
Le sostuve la mirada desafiante, si pensaba que yo era las típicas que se sonrojaban por nada la iba a llevar clara.
Mi madre abanzó un paso y echó una rápida mirada a la pista de baile. Su expresión me dio a entender lo que iba a decir y deseaba con toda mi alma que mi intuición fuera errónea por una vez. No podía obligarme a bailar con él.
Mi madre se dirigió hacia el joven formando una cálida sonrisa (que probablemente había ensayado antes frente al espejo).
-¿Qué tal si os lleváis a mi hija a la pista? Ella es algo tímida, pero si va con usted seguro que se anima.
Eché maldiciones en mi cabeza contra mi madre, mientras apretaba los puños.
Edward me dirigió una rápida mirada y seguidamente se volvió hacia mi madre.
-Será un placer.- me miró, ofreciéndome su brazo derecho- ¿Me acompañáis?
Tras quedarme unos instantes en silencio mordiéndome la lengua abrí la boca.
-Claro.- respondí secamente, mientras aceptaba su brazo.
Mi madre me miró con una sonrisa de satisfacción, había conseguido justo lo que quería.
El joven me llevó a la pista de baile, mientras me hablaba sobre las típicas cosas superficiales que tanto detestaba, yo me limitiva a asentir de vez en cuando con la cabeza, pero ciertamente, apenas le estaba escuchando.
-Entonces, Lerrysson prefirió aceptar el trato de Kendell cuando el de Harrison le salía mucho más rentable, ¿no le parece indignante?- al ver que no contestaba carraspeó- ¿Scarlett?
Me sobresalté y lo miré a los ojos, asintiendo con la cabeza.
-Tiene usted razón, Edward.- dije, sin poder evitar el tono aburrido de mi voz.
Por suerte, él pareció no advertirlo, y continuó hablando de cosas que no me interesaban.
Entonces empezó a sonar una de las canciones típicas de Northreach y cada uno agarró a su pareja para comenzar a bailar, siguiendo aquellos pasos que todo el mundo conocía de memoria.
Por desgracia para mí, la persona a la que más cerca tenía era Edward, por lo que este me sujetó de la cintura y comenzamos a bailar, uniéndonos al resto de parejas que estaban en la pista. Entonces llegó el momento en el que las mujeres debían dar un giro y pasar a bailar con el hombre que se encontrara a su izquierda, y eso hice, acabando frente a un atractivo joven que debía tener aproximadamente mi edad. Su cabello negro caía a mechones desordenados, dándole un aspecto salvaje y atrayente al mismo tiempo. Su tez bronceada contrastaba a la perfección con sus ojos, que eran de un tono dorado que nunca antes había visto, cubiertos por unas largas pestañas oscuras. Llevaba un chaleco negro y una camisa debajo de este, su corbata estaba desabrochada y llevaba las mangas subidas hasta los codos, dándole un toque informal. Su clavícula desnuda dejaba visible una frase escrita con tinta negra: "Sabemos lo que somos, pero no lo que podemos llegar a ser".
El joven sonrió de medio lado, provocando que un hoyuelo se formara en su mejilla derecha.
-¿Le gusta lo que ve?- preguntó, alzando una ceja divertido.
Aparté la mirada de su clavícula para mirarle a los ojos, notaba como un suave rubor empezaba a formarse en mis mejillas.
-Estaba leyendo la frase.- dije, luchando contra el temblor de mi voz- ¿Le gusta Dickens?
El joven me agarró de la cintura y me alzó, como habían hecho el resto de las parejas. Una suave descarga de energía recurrió mi columna en cuanto sus dedos se posaron sobre mí. Bailaba con gracia, siguiendo cada uno de los movimientos a la perfección.
-Me considero un gran fan de Dickens.- respondió, mientras me dejaba en tierra de nuevo.
Sus ojos dorados no se apartaron ni un instante de mí, al igual que yo tampoco los aparté de él.
-¿Me creería si le dijera que me he colado en este baile solo para comprobar con mis propios ojos si es usted tan bonita como me habían hecho saber?- preguntó, mientras juntaba la palma de su mano con la mía.
Empezamos a dar vueltas, siguiendo la misma dirección que el resto de parejas.
-Pensaría que es usted una especie de acosador.- respondí finalmente.
Sus ojos dorados relucieron, recordándome a los de un felino apunto de atrapar a su presa.
Sus labios se curvaron en una sonrisa.
-Buena contestación. Sin duda es usted muy diferente a como me esperaba que sería una dama perteneciente a una de las familias más ricas.
-¿Acaso no es usted de una clase social tan alta como la mía?- dije, mirándolo con curiosidad- Dudo que mis padres invitaran a alguien de clase baja.
Este mientras me daba una vuelta, aprovechó para acercarse a mí. Sentí su suave aliento en mi oreja.
A pesar de no estar viéndole la cara, supe que estaba sonriendo.
-No dije en ningún momento que me hubiesen invitado.- susurró, mientras me colocaba de nuevo frente a él.
Alcé una ceja molesta. Ya entendía lo que intentaba hacer. Pensaba que mintiéndome e inventando estupideces heróicas como que se había colado en la fiesta conseguiría que cayera rendida a sus pies. La llevaba clara.
El joven frente a mí sonrió. Su mirada de ojos dorados irradiaba superioridad hasta el punto de hacer que me sintiera realmente pequeña comparada con él.
-Piensa que estoy mintiendo y que lo invento todo para intentar cortejarla.- la sonrisa en su rostro se ensanchó.
-¿Cómo sabe...-
-Justamente lo que estaba pensando.- finalizó la frase impidiéndome continuar- Lo veo en su mirada. Soy un mago, ¿sabe?
Las personas a nuestro alrededor en la pista de baile, acababan de cambiar de pareja, siguiendo el ritmo de la música, pero yo permanecí con aquel extraño joven de ojos dorados, a pesar de la mirada de desesperación que me dirigió Edward, dando a entender que él deseaba bailar conmigo.
Lo ignoré por completo y me dirigí hacia el joven, quien me miraba divertido.
-Parece que su pretendiente reclama a su pareja de baile.- comentó.
Fruncí el ceño.
-Ese idiota no es mi pretendiente y no creo que vaya a morirse por bailar con otra persona.- resoplé rodando los ojos.
-Ese vocabulario no es apropiado en una dama.- señaló, sonriendo de medio lado.
-¿Enserio va a hablarme usted a mí de vocabulario?- repliqué- Aparte, no me cambie de tema. Osea, usted es un mago que se ha colado en un baile de gente de clase alta. ¿De verdad pretende que me lo crea?
El joven dirigió la mirada a mi clavícula, concretamente a la gargantilla de oro que se ajustaba a mi cuello con elegancia. Alzó la mano y sujetó entre sus dedos el pequeño rubí de mi collar. Un leve escalofrío subió por mi cuerpo en cuanto sus dedos rozaron mi clavícula.
-Bonito collar.-murmuró, mirándolo con aparente curiosidad- El rubí, es verdadero, ¿cierto?
Alcé la mirada y clavé mis ojos en sus pupilas doradas.
-Sí, fue un regalo por mi 16 cumpleaños.-
El joven sonrió maliciosamente, dejando de nuevo, el collar caer en mi clavícula.
-Dentro de unos segundos podrá comprobar por usted misma que no estaba mintiendo.- dijo el joven, avanzando un paso hacia mí.
-Pero, como...-

- ¡AHORA!- gritó, interrumpiéndome antes de que pudiera continuar.


En fin, esto es todo jajaja
No quiero decir aún el tema de la novela, quiero que sea sorpresa para dejaros con la intriga (aunque en WattPad sí que aparece...JAJAJA)

Por cierto, ¡ya decidí que voy a hacer con la otra novela! No la voy a abandonar, pero sí que la voy a reescribir entera, y esta vez, ambientada en la edad contemporánea (creo que con una novela en la edad moderna es suficiente). A si que, en cuanto lleve algo iré colgando los capítulos reescritos por aquí.
Bueno, eso era todo lo que quería deciros, ¡no os olvidéis de comentar!
Byeee

miércoles, 22 de enero de 2014

I'm so sorry. PAUSA

Queridas lectoras, aquí, María, no os trae muy buenas noticias hoy.
Estas últimas semanas, pasé por una fase de "no imaginación" ya que no me venían ideas para continuar la novela. Y de hecho, siguen sin venirme.
Además, mientras analizaba la historia que estaba escribiendo, me di cuenta de lo simple y poco original que resultaba, y que el tema de ángeles y demonios estaba demasiado visto últimamente. 
Hace una semana aproximadamente, mi imaginación regreso de sus largas vacaciones a USA (siquiera se dignó en traerme un regalo), trayendo, consigo, unas ideas bastante buenas para crear una novela no tan vista actualmente. 
Por lo que finalmente, tomé una decisión: empezar a escribir aquella novela que comenzaba a tomar forma en mi cerebro y, a consecuencia, dejar en pausa Entre La Luz Y la Oscuridad, hasta que nuevas ideas me vinieran para continuarla. 
Ya tengo el primer capítulo de la novela publicado en una página llamada WattPad (no sé si la conoceréis), podéis leerla siguiendo este enlace: http://www.wattpad.com/36085970-novela-sin-t%C3%ADtulo-cap%C3%ADtulo-1
El primer capítulo no dice demasiado de la historia, pero aún así, me haría ilusión recibir comentarios sobre vuestras impresiones respecto a la historia (podéis comentar en esta misma entrada si queréis).
Si no he publicado el capítulo en blogger, es porque últimamente se han dado muchos casos de copias de novelas en blogs, y me da miedo que me copien esta. 
Si alguna sabéis una idea para que no se pueda copiar y pegar el texto del blog o algo así, estaría bien que me lo comentárais (no sé si me expliqué bien jajajaja).
Aún así, no quiero abandonar este blog, ya que después de lo que he trabajado en él, me da pena dejarlo, por lo que os prometo que buscaré formas de que no se pueda copiar el texto del blog y poder publicar la nueva novela también por aquí. Mientras lo busco, iré colgando los capítulos en WattPad, y os avisaré por entradas de blogger cuando lo haga, ya que me gustaría conservar las lectoras que tengo por aquí.
En fin, espero que entendáis mis razones,
María (o Srita. Herondale para los amigos :P)

martes, 7 de enero de 2014

Poema

Siento decepcionaros, pero esto no es ningún capítulo de mi novela.
Hoy me vino la inspiración sorprendentemente mientras me duchaba, y la idea de hacer una especie de poema sobre mi novela me pareció bastante buena.
Aquí os traigo dicho poema. No os esperéis nada grandioso, ya que la poesía nunca ha sido mi fuerte, de hecho, me considero algo mala (quizás por la falta de práctica). En fin, esto es lo que salió de mi pequeño experimento.
Al igual que la novela, el poema se titula, "Entre La Luz Y La Oscuridad".

Del amor de un ángel y un demonio nace,
temida por muchos,
adorada por otros.

Hija del cielo
pero sirvienta del diablo.

Mirada salvaje y electrizante,
ojos verdes hipnotizantes
reflejan su parte más oscura.

Estos son tapados por su cabello,
un mar dorado de rizos y tirabuzones,
suaves y esponjosos,
hechos del mismo material que las nubes del cielo.

Ella no pertenece a ningún bando,
se encuentra perdida,
perdida entre el resplandor de la luz,
y las tinieblas de la oscuridad.

En medio de una batalla que nunca se puede ganar,

pero que siempre se debe librar.

miércoles, 1 de enero de 2014

Capítulo 13, segunda parte

CAPITULO 13, SEGUNDA PARTE
Corría como nunca antes lo había hecho. Sentía el fuerte latir de mi corazón contra mis oídos y notaba como mis piernas empezaban a debilitarse, pero nada de eso me impedía continuar. Tenía que salir de allí, debía salir de allí.
Una vez llegué al bosque me detuve, Erick estaba detrás de mí.
-¿Qué vamos a hacer ahora?- jadeé, dejandome caer sobre un árbol cercano para recobrar el aliento- Si vamos volando y nos alcanzan será mucho peor.
La mirada calculadora de Erick recorría todo el lugar.
Entonces sentimos el sonido de unas pisadas provenientes de detrás de un arbusto.
El ángel se puso en guardia, pude advertir como los músculos de sus brazos se tensaron mientras sacaba una pequeña daga dorada de su cinturón.
-Lena.- la voz de Naomi resonó en el inmenso silencio que adueñaba el lugar.
Abrí los ojos como platos. La sangré de mis venas se congeló al oír el sonido de la voz de mi mejor amiga llamádome.
-¡Naomi! ¡Tienes que salir de aquí!- exclamé alarmada- Yo ya me iba a casa de mis tíos, una carroza me está esperando.-mentí.
Seguidamente me di cuenta de lo muy estúpida que había sonado mi excusa. ¿Cómo iba una carroza a recogerme en medio del bosque?
-No te molestes Lena, sé que estás mintiendo. ¿Por qué te irías con él a casa de tus tíos?- miró hacia donde estaba Erick- Y... ¿De qué narices estaba hablando antes? Dijo... Dijo algo de que habías utilizado tus poderes. ¿Qué poderes?- se detuvo durante un momento, cogiendo aliento- ¿Qué..qué está pasando Lena?
Le dirigí una mirada de nerviosismo a Erick. ¿Cómo es que Naomi había podido verle todo este tiempo? Recuerdo perfectamente que él me dijo que solo yo podría verle. Y Naomi no era ni un ángel ni un demonio...¿O sí?
Borré ese último pensamiento de mi cabeza rápidamente, Naomi no podía ser ninguna de las dos cosas, yo lo habría sentido.
Entonces, ¿qué era lo que había ido mal?
Mire a Erick, quien avanzó un paso hacia la anonadada Naomi.
La forma en que la miraba me dio a entender que Erick sí que sabía lo que era Naomi.
-Antes de ir a la academia, ¿con quién vivías?- le preguntó el ángel, clavando su brillante mirada de ojos azules en ella.
-Pues... Vivía con mi madre y mi hermano.- respondió Naomi, con la duda pintada en su rostro- ¿Por... por qué me preguntas esto?- tartamudeó.
-¿Y tu padre?- continuó Erick, ignorando por completo su anterior pregunta.
Naomi frunció los labios, mientras bajaba la mirada al suelo.
-Mi padre falleció nada más nacer yo.- respondió débilmente.
Miré a Naomi con tristeza. Ella nunca hablaba de su familia conmigo. Ahora entendía porque no lo hacía.
-¿Tienes una marca de nacimiento con forma de estrella en el hombro?- preguntó el ángel, mirando a Naomi con aparente curiosidad.
Esta abrió la boca sorprendida. Y lo miró, sin dar a crédito lo que acababa de escuchar.
-¿Có...cómo sabes tú eso?- preguntó mientras se bajaba la manga del vestido dejando ver la estrella.
Miré a Erick sin comprender a donde quería llegar.
-¿A qué viene todo esto?- dije.
Este se giró para contestarme, pero antes de que pudiera abrir la boca, oí unas pisadas que se acercaban a nosotros.
-¿Naomi? ¿Naomi, estás ahí?- dijo una voz que se me hizo extremadamente familiar. La voz de Christian.
Toda la tensión que se había apiadado de mi cuerpo disminuyó, consiguiendo que los músculos de mi cuerpo se relajaran de nuevo.
Pero esta repentina paz no duró demasiado. Ya que, de pronto, una profunda oscuridad se adueñó de todo el lugar, impidiéndome ver.
Sentí como una mano entrelazaba sus dedos con los míos, por su tacto rugoso supuse que era la de Erick.
La inmensa oscuridad cesó al cabo de unos segundos. Examiné a mi alrededor sin comprender que había pasado, y entonces fue cuando lo vi. El demonio que me había torturado tenía a Christian atrapado, con un cuchillo de hoja dorada sobre su cuello. Junto a él se encontraba Emily. Esta vez vestida con traje de batalla. Su corto cabello rubio estaba revuelto a causa del viento.
-¿Emily?- oí a Naomi decir junto a mí.
-No es quien tú piensas que es.- dije con frialdad- No es nuestra amiga. Nunca lo ha sido.
Christian bajo el agarre del demonio hacía tremendos esfuerzos por soltarse, pero nada de lo que pudiera hacer parecía perjudicar al demonio, quien lo agarraba con una increíble facilidad.
El demonio bajó la manga de Christian, dejando al descubierto, una marca con forma de estrella en su hombro.
Formó una maliciosa sonrisa en su rostro, consiguiendo que se me erizaran los pelos de la nuca.
-Vaya, vaya, vaya... Un nefilim.- dijo el demonio, con una sonrisa de triunfo aún en su rostro- Bueno, mejor un medio ángel que nada.
Tras decir estas palabras desvió el cuchillo dorado del cuello de Christian para clavárselo en el corazón.
Sentí como si todo el mundo se hubiera congelado a mi alrededor. Oía los gritos constantes de Naomi a mi lado, quien llamaba a su hermano sin obtener respuesta. El demonio reía. Y Erick me atraía hacia él, rodeándome con sus brazos para darme consuelo.
Pero todo esto se me hacía extrañamente indiferente, como si nada estuviera pasando realmente, como si fuera una simple ilusión.
En mi cabeza se formaban una imagen tras otra, teniendo al joven de ojos color miel como protagonista en todas ellas.
Christian en la enfermería abrazándome, guiándome hacia mi habitación el primer día de la academia, estudiando juntos en la biblioteca y por último, Christian confesándome lo que sentía por mí.
Sentía como si hubieran arrancado una parte de mi ser, lánzandola al avismo. Un pequeño pedacito de mí, perdido. Un gran amigo, que había fallecido por mi culpa.
Sentí como algo húmedo empezaba a empañar mis ojos y descender por mis mejillas. Estaba llorando.
Aquel sentimiento de culpabilidad me estaba matando por dentro. Si yo no hubiera venido a despedirme o, si simplemente me hubiera atrevido a aceptar lo que él sentía por mí en vez de persuadirlo con mis estúpidos poderes, probablemente él estaría vivo.
Un sentimiento de rabia empezó a estenderse por mis venas, mis ojos, cegados por un odio que nunca antes había experimentado.
Miré a mi alrededor. Una pequeña lucha se había empezado a llevar a cabo.
Erick tenía las enormes alas blanquecinas desplegadas y se abalanzaba contra Emily y el demonio, usando como arma una gran espada dorada con rubís en la empuñadura.
Mientras tanto, Naomi lloraba desconsolada junto al cuerpo inerte de su hermano, por suerte nadie se había fijado en ella, por lo que no estaba en peligro. Pensé en ir junto a ella, pero entonces me fijé en Erick. Tenía una profunda herida en la pierna y luchaba él solo contra dos personas. Definitivamente él necesitaba más mi ayuda.
Saqué una de las armas blancas que había cogido prestada de la sala de entrenamiento antes de mancharme. Era una pequeña daga, pero en cuanto mis dedos rozaron su empuñadura, esta se transformó en una enorme espada de hoja afilada.
Fui directa hacia el demonio, con mis ojos cargados de ira. Ignoré por completo la mirada de Erick, quien me pedía a gritos que saliera de allí.
Arremetí contra el demonio sin saber lo que hacía. Había perdido totalmente el control de mi cuerpo, que parecía funcionar guiándose por el odio que corría por mis venas.
El demonio contra el que luchaba esquivaba mis golpes con agileza, aún con esa arrogante sonrisa en su rostro. Cuantas ganas tenía de borrársela.
-Vaya... Parecías más indefensa cuando te torturé. Por lo visto la señorita ha estado entrenándose.- dijo él demonio, mientras esquivaba de nuevo uno de mis golpes diréctos al corazón- ¿Sabes?Tu técnica de lucha. Es exáctamente igual que la de tu madre. La reconocería en cualquier parte ya que es igual que la mía. Ella fue quien me entrenó.
Choqué su espada contra la mía, consiguiendo que no alcanzara mi brazo izquierdo.
Mi odio hacia el demonio aumentó en cuanto oí sus últimas palabras. Mi madre lo había entrenado. Mi madre, había entrenado al asesino de mi mejor amigo.
Estos pensamientos hicieron que arremetiera contra el demonio con más fuerza de la debida. Este lo esquivó y, aprovechando que me paré a recobrar el aliento a causa de la energía gastada en el golpe, dirigió su espada hacia mi pierna con una rapidez que nunca antes había visto, provocando un profundo corte en ella. Intenté ponerme en guardia de nuevo, pero perdí el equilibrio, cayendo al suelo. Un pequeño gemido de dolor escapó por mi boca en cuanto la profunda herida chocó de bruces contra el suelo.
Estaba empezando a perder sangre. Por no hablar de la horrible sensación de mareo.
Oí el sonido atronador de la risa del demonio, que llegaba a mi mente como si fuera una especie de eco lejano.
Se me empezó a nublar la vista.
-¿De verdad pensabas, que podrías vencerme?- dijo el demonio, utilizando su habitual tono burlón- Sé todos tus movimientos. Eres igualita a tu madre.- empezó a reírse a carcajadas, provocando que se me erizaran los pelos de la nuca.
Oí un pequeño ruído metálico procedente de mi mano derecha. Sentía un frío metal contra mis dedos. Dirigí la mirada hacia allí. La espada que había estado blandiendo había vuelto a su tamaño original. Una pequeña daga. La apreté con fuerza entre mis dedos.
El demonio se dirigió hacia Erick, a quien le sangraba un corte del brazo. Tenía la cara repleta de sudor y las manos manchadas de sangre, al igual que el filo de su espada. Lo miré asustada, pero entonces advertí en el cadáver de una chica rubia a sus pies. La sangre no era suya. No pude evitar que un suspiro de alivio escapara por mi boca.
-Te mataría si no fuera porque Miguel no quiere que lo haga.- dijo el demonio, dirigiéndose hacia Erick- Él aún tiene la esperanza de que vuelvas con nosotros. Amor de padre, supongo.- dijo el demonio, encogiéndose de hombros.
Erick apretó con tal fuerza la espada que temí que fuera a romperla. Su rostro estaba rojo de ira.
Entonces una imagen pasó por mi mente. Eren, lanzando cuchillos contra una diana. Si ella acertaba siempre en el centro, ¿por qué no podía lograrlo yo? El demonio estaba a unos 20 metros de mí. Era un blanco difícil pero, ¿qué otra opción me quedaba?
Cogí con fuerza el mango de la daga y lo lancé, imitando los movimientos que había visto hacer a Eren.
Observé concentrada la trayectora de la daga por el aire hasta que esta se clavó en la espalda del demonio, a la altura del corazón.
Expulsé el aire que había estado comprimiendo en mis pulmones, mientras una sonrisa de triunfo se formaba en mi rostro. Erick contempló sorprendido, como el cuerpo inerte del demonio caía al suelo. Seguidamente corrió hacia mí, mirando la sangre que manchaba la tela de mi vestido con preocupación.
-Estás herida.- se arrodilló junto a mí y me subió el vestido hasta la altura de la herida, un poco más arriba de las rodillas.
Mi rostro se ruborizó mientras él examinaba la zona herida. Rompió un pedazo de tela del dobladillo de mi vestido y lo ató habilidosamente alrededor de la herida.
-Esto hará que aguantes durante el viaje.- dijo, mientras me apartaba el pelo de la cara con suavidad.
Noté como las lágrimas empezaban a descender por mis mejillas. Miré a Erick, quien seguía apretando el trozo de tela contra la herida. Estaba vivo. Me eché a sus brazos, rodeándolo por el cuello. A pesar de que me había dicho a mí misma que me controlase, no había podido evitarlo. Necesitaba tenerlo cerca.
Noté como este, a su vez, me rodeaba con sus brazos, haciéndome sentir segura. Hundí la cabeza en su pecho, manchando su camisa de lágrimas y sangre. Este me acarició el cabello, meciéndome en sus brazos.
-Ha sido increíble lo que has hecho, Lena. Hoy has recibido tu primera clase de entrenamiento y aún así, has podido defenderte con desparpajo con la espada.- dijo- Por no hablar del último cuchillo que has lanzado. Tienes buena puntería.
Me encogí de hombros.
-Tuve suerte.- respondí, quitándole importancia.
-Estoy convencido de que no fue suerte. Tienes un don, Lena. Solo que aún no lo has desarrollado.-
Eché una mirada hacia Naomi, quien seguía junto al cadaver de su hermano.
-¿Qué..qué es un nefilim?- balbuceé.
-Son aquellos humanos que poseen sangre de ángel en sus venas. El padre de Naomi debía de ser un ángel.- explicó Erick.
-¿Es por eso por lo que ella podía verte?- este asintió con la cabeza- Ella... Nunca me lo dijo...- murmuré, algo decepcionada.
-Por la forma en la que hablaba, dudo que ella misma lo supiera.-
Mi mirada pasó de Naomi al cadaver que yacía junto a ella. Él corazón se me encogió mientras el sentimiento de culpabilidad volvía a adueñarse de mi ser.
-Sé lo que estás pensando. No es tu culpa Lena.- dijo Erick seriamente- Tú no sabías que ellos iban a seguirte. Y aunque no hubieras venido hoy a despedirte, ellos habrían encontrado alguna manera de volver a verte. Es lo que tiene la amistad. Ellos te seguirían a cualquier parte aunque tú no quisieras, al igual que tú harías con ellos.
Suspiré, mientras sentía como mis ojos se empañaban a causa de las lágrimas.
-¿Qué vamos a hacer con Naomi? No puedo marcharme ahora sin más y dejarla aquí sola.-
Clavé mis ojos en las pupilas azules de Erick, quien parecía estar pensando sobre que responderme.
-Ella... Tendrá que venir con nosotros al refugio. Tenemos que explicárselo todo.-