martes, 29 de octubre de 2013

Capítulo 10, segunda parte

CAPÍTULO 10, SEGUNDA PARTE
Emily y yo llegamos a la puerta de la academia. En cuanto mis pies pisaron la fría nieve, un leve escalofrío me recorrió por todo el cuerpo. El viento soplaba con fuerza y el intenso frío adueñaba todo el lugar, me subí el cuello de mi capa, mientras soltaba un pequeño estornudo.
Miré a Emily, quien tenía la nariz colorada, esta me hizo una señal con la cabeza para que la siguiera.
Juntas, nos internamos en el bosque que marcaba los límites de la academia.
Todo estaba sumido en una gran oscuridad, caminábamos prácticamente a ciegas, bajo la luz de la luna llena, que nos servía para guiarnos más o menos por allí.
De repente, un murciélago se avalanzó sobre nosotras, por suerte lo esquivé con una rapidez que no conocía poseer. Mi corazón latía con fuerza, aquel lugar me daba mala espina. Quizás fuera porque las pocas veces que había estado en el bosque había pasado algo malo.
Entonces carraspeé, de manera que Emily se giró para mirarme. Advertí en que sus pequeños ojos azules estaban más claros de lo normal.
-¿Recuerdas dónde lo perdiste? ¿Estás segura de que es por aquí?- pregunté, con impaciencia. Deseaba salir de aquel lugar en cuanto antes.
-¿Perder el qué?- preguntó ella extrañada.
Alcé una ceja- Pues el brazalete, ¿qué va a ser si no?- dije, soltando un suspiro.
Emily desvió la mirada al suelo y, tras unos segundos en silencio carraspeó.
-Ah sí, el brazalete.- dijo, sin apartar la mirada del suelo.- Queda poco. Tenemos que seguir recto.
Abrí los ojos como platos al oir su respuesta.
-¿Más para alante aún?- exclamé- Emily, si seguimos más saldremos de los terrenos de la academia.
Esta alzó la mirada y puso morritos.
-Por favor.- me suplicó- Ya que hemos llegado hasta aquí, que menos que recuperarlo, ¿no?
Tras unos instantes pensándomelo decidí asentir con la cabeza.
-Está bien.- bufé- Pero vayamos más rápido, este sitio no me gusta nada.
Emily me dedicó una pequeña sonrisa de agradecimiento y se giró, para continuar nuestro camino.
Conforme avanzábamos por el bosque la vegetación iba cambiando. Ahora, en vez de encontrar los característicos pinos que crecían en los recintos de la academia se alzaban imponentes robles, de troncos duros y gruesos. Además, flores exóticas adornaban algunos de los matorrales, estas emitían una hermosa luz a causa del reflejo de la luna en ellas.
Finalmente, Emily se paró frente a un enorme árbol que destacaba del resto debido a su altitud, que debía estar alrededor de los 20 metros.
Lo contemplé fascinada, era realmente extraño encontrar árboles de semejante altura en un bosque como ese, en el que la mayoría no pasaban de los 5 metros.
Me giré para preguntarle a Emily si habíamos llegado ya, pero esta no se encontraba por ninguna parte.
Mi corazón empezó a latir aceleradamente mientras examinaba todo el lugar, buscando signos de vida por parte de Emily, pero esta no aparecía.
Una sensación de pánico se adueñó de todo mi ser. Estaba sola en el bosque, no tenía ni idea de como regresar a la academia y, para colmo, mi amiga había desaparecido.
-Emil...- empecé a gritar su nombre, pero una mano me tapó la boca con fuerza antes de que pudiera continuar.
Abrí los ojos como platos y empecé a patalear, intentando soltarme del agarre de aquella persona que me sujetaba.
Entonces, oí el sonido de pasos en el suelo, y una figura emergió de las sombras. Emily.
Quería gritarle que huyera antes de que aquel hombre le cogiera a ella también, pero solo salieron sonidos inentendibles de mi boca.
-Buen trabajo Emm.- dijo una voz masculina a mis espaldas.
Esta le dedicó una sonrisa a la persona que me sujetaba.
De repente, una luz blanca cegadora envolvió a Emily por completo. Había pasado el suficiente tiempo con ángeles y demonios para saber de que se trataba. Emily, la que creía mi amiga, era un ángel. Las enormes alas blancas caían por su espalda con delicadeza, dándole un porte elegante.
Fue entonces cuando lo comprendí todo. El brazalete solo había sido una escusa para conseguir traerme a las afueras de la academia, donde James no podía detectar la presencia de Emily, de manera que esta podía extender las alas a sus anchas.
Me sentía furiosa conmigo misma, había caído en su trampa.
Empecé a patalear para librarme del agarre del hombre, si pensaban que les resultaría fácil atraparme la llevaban clara.
Este me agarraba con fuerza, sin apenas inmutarse ante mis pataleos. Entonces le mordí el dedo, provocando que apartara la mano rápidamente.
-Será zorra.- gruñó, mientras me atrapaba de nuevo antes de que pudiera escapar.
Sus dedos se clavaban con fuerza en mis hombros. Lo tenía cara a cara. Su voz grave hizo que me asombrara al ver su aspecto, era un chico jóven, tendría unos 3 o 4 años más que yo.
Entonces, una idea me vino a la mente, una idea que podría salvarme de esta.
Clavé mis ojos verdes en los marrones del chico, exáctamente como había hecho con en ángel Hartn.
-Vas a soltarme.- dije, adquiriendo ese tono persuasivo en mi voz.
El chico se quedó durante unos segundos en silencio, contemplándome. Seguidamente soltó una sonora carcajada, algo que me desconcertó. ¿Por qué no había funcionado?
El jóven se aproximó a mí, y posó sus labios en mi oído. Intenté alejarlo de mí, pero este tenía demasiada fuerza, de manera que no conseguí alejarlo.
-Los trucos de demonios no funcionan con demonios.- susurró, provocando que un escalofrío me recorriera todo el cuerpo- Acuérdate para la próxima vez.
El alma se me cayó a los pies al oír aquello. Mi única posibilidad de escapar descartada.
Alguien carraspeó a nuestras espaldas, de manera que el demonio se giró, agarrándome la muñeca con fuerza.
-Deja de jugar con la chica, tenemos que partir ya.- dijo Emily, con una voz fría para nada propia de la chica que había conocido.
-¿A dónde narices me lleváis?- pregunté con brusquedad.
El jóven volvió a taparme la boca con su mano.
-Haces demasiadas preguntas.- susurró cerca de mi oído.- Ah, y como vuelvas a morderme pedazo de zorra, juro por Lucifer que me las pagarás.
Entonces, algo suave me acarició el brazo derecho, provocándome un leve cosquilleo en la piel. Giré la cabeza en dirección de mi brazo, y me encontré con unas plumas negras. Alcé la mirada hacia arriba y pude comprobar, como unas enormes alas negras salían de la espalda del demonio, que seguía sujetándome.
Sin previo aviso, el jóven me cargó en su hombro, con una rapidez inhumana, de manera que no me dió tiempo a reaccionar.
-¿¡Pero qué te crees que estás haciendo?!- grité, mientras pataleaba como una loca.
El demonio giró la cabeza y me miró, sus ojos marrones relucían con una sombra oscura en ellos.
-Te avisé de que no me gustaban las preguntas.-
Su puño dirigiéndose a mi cara fue lo último que vi antes de quedarme inconsciente.

Sentía como enormes gotas de sudor descendían por mi cuello. Mi rostro estaba realmente dolorido. Me mantuve con los ojos cerrados, ya que tenía miedo de lo que me podía encontrar si los abría. Con los ojos cerrados aquello parecía una pesadilla, y, en cierto modo, deseé que lo fuera, aunque sabía que no era así.
Entonces, empecé a oír suaves murmullos por toda la sala.
-Es hermosa.- decía una voz masculina desconocida.
-No te dejes engañar por su aspecto.- replicó otra voz. Esta si que la conocía, era Emily.- Recuerda lo que es. Si estamos en este bando es para acabar con ella. Si te vas a poner a babear cada vez que la veas te recomiendo que te vayas.
-Podríamos desnudarla ahora que está dormida.- decía otra voz. Me parecía que era la del demonio que me había pegado el puñetazo.- No se enterará, aparte, creo que merezco disfrutar un poco, arriesgué mi hermoso dedo, el cual me mordió, para ayudar a secuestrarla.
-Mira, me importa una mierda que quieras satisfaccer tus necesidades varoniles, ahora mismo necesitamos conseguir su pluma, cuando la tengamos, haz lo que quieras con ella, como si te la quieres follar aquí mismo.- respondió una voz femenina que también desconocía.
Fue en ese momento cuando decidí que ya era hora de despertarme. Abrí los ojos lentamente, hasta que estos se acostumbraron a la blanca luz de la habitación, que se me hizo, en cierto modo, bastante molesta.
-La bella durmiente acaba de despetar.- anunció en tono burlón, el demonio de ojos marrones.
Decidí ignorar completamente su comentario y le di un rápido vistazo a la sala.
Esta era totalmente blanca y tan solo se encontraba un mueble en toda la habitación, la cama en la que estaba tendida.
Sentía la mirada de todos los presentes clavada en mí. Emily, quien me miraba con frialdad e indiferencia, el demonio de ojos marrones, que sonreía con superioridad y un chico y una chica a los que desconocía. La chica me contemplaba con odio, mientras que el chico se limitaba a apoyarse en el marco de la puerta y echarme una mirada de vez en cuando, un ligero rubor se formó en el rostro de este último cuando nuestras miradas se cruzaron.
-Le molesta la luz angélica.- gruñó la chica a la que desconocía- Una actitud propia de los nuestros.
Entonces una persona más entró en la sala. Un apuesto joven, de pelo rizado y castaño. Tenía una complexión musculosa. Sus ojos violetas me analizaban con atención.
-No lo parece, ¿verdad? A simple vista tiene aspecto de ángel.- observó este último.
El demonio que me había pegado el puñetazo se giró para mirar al joven que acababa de entrar.
-Yo no lo veo así.- replicó- La chica tiene una forma de mirar electrizante. No transmite dulzura, como lo es en el caso de los ángeles. De todas maneras, Henry, ¿qué narices haces aquí? Que yo sepa esta misión era nuestra.
La manera hostil en que el demonio le hablaba al joven me dio a entender que ambos no se llevaban demasiado bien.
-Por lo visto mi padre no se fía de que una panda de idiotas cumpla la misión. Por lo que me ha mandado a que os supervise.- respondió este, lanzándole una mirada de superioridad al demonio.
-¡No necesitamos ningun supervisor!- protestó la chica.
-Si mi padre, que, os recuerdo que es quien dirige todo esto, cree que necesitáis un supervisor, lo necesitáis y punto.- dijo el chico firmemente, apartándose un rizo de la cara.
-Y yo te recuerdo, que tu padre no es el único que dirige esto. También está Aamón.- contestó la chica, apretando los puños- Los angelitos siempre os creéis superiores al resto- farfulló.
Finalmente decidí hablar. Esta discusión sobre quien mandaba más me importaba un comino, lo único que sabía es que estaban unidos porque querían matarme y poco más.
-No entiendo porque no me habéis matado ya.- dije, haciendo que todas las miradas de la sala se posaran en mí de nuevo- ¿Qué narices queréis de mí?
El demonio carraspeó. Haciendo que todos nos giráramos hacia él.
-Necesitamos una pluma de tus alas. Puedes sacar tus alas ya y dejarnos coger la pluma sin oponer resistencia. De manera que luego te mataremos sin provocarte ningún dolor. O, puedes resistirte a sacarlas, y hacer que te torturemos hasta que las saques y luego matarte con más tortura.- el demonio me miró, sus ojos marrones relucieron durante un instante- Tú eliges mestiza.
Le devolví la mirada indiferente. Como si aquella situación me importara lo más mínimo, a pesar de que fuera mentira.
-No he sacado mis alas aún. Y aunque supiera como hacerlo, tampoco lo haría.- contesté cruzándome de brazos.
-Mmm... Con ese vestido las alas no podrán salir.- dijo el demonio, ignorando por completo mi comentario.- Jenn, tráele el vestido con los dos espacios para alas en la espalda.- le ordenó a la chica.
Esta se levantó de mala gana gruñiendo que no era la chacha de nadie.
No tardó demasiado en venir. Dejó un largo vestido de tela roja en el borde de la cama.
-Emily te acompañará a los vestuarios para que te lo pongas.- dijo Henry, quien no quitaba los ojos de mí.
-No me lo pienso poner.- murmuré.
-¿Qué has dicho?- preguntó Henry, a pesar de que lo había oído perfectamente.
-He dicho, que no me lo voy a poner.- dije, alzando la voz firmemente.
El demonio me miró alzando una ceja con aparente diversión. Entonces se levantó de su silla y se aproximó a mí, situando su rostro a escasos centímetros del mío.
-Como no te lo pongas tú, te lo pondré yo, y no creo que eso vaya ha hacerte mucha gracia.- susurró.

Solté un gruñido y lo aparté de mí, mientras me levantaba de la cama.

viernes, 18 de octubre de 2013

capítulo 10, primera parte

CAPÍTULO 10, PRIMERA PARTE
Me aferré a las sábanas con fuerza mientras me recostaba en la cama. Solté un pequeño bostezo, provocando que mis ojos empezaran a abrirse lentamente. Parpadeé un par de veces hasta abrirlos por completo.
La primera imagen que mis ojos captaron fue la de un enorme cuadro, el cual representaba a una criatura con características propias de un ángel y un demonio. Fruncí el ceño extrañada, ¿desde cuándo yo tenía un cuadro así en mi habitación? Me pellizqué el brazo derecho, asegurándome de que no era un sueño.
Decidí sentarme en la cama, tapándome aún con las sábanas y eché un rápido vistazo a la habitación. Estaba pulcramente ordenada y repleta de cuadros y bocetos sin terminar. Olfateé durante unos segundos, de manera que un agradable olor a lavanda entró por mis fosas nasales. Tenía claro a que persona pertenecía aquella habitación, pero lo que más me inquietaba es que no tenía ni idea de que narices hacía yo allí.
Entonces el manillar de la puerta empezó a girar, hasta que esta se abrió del todo. El jóven de ojos azules entró a la habitación. Llevaba la camisa blanca del uniforme de la escuela sin la corbata, con los dos primeros botones desabrochados, lo que le daba un aspecto informal y elegante al mismo tiempo. Su cabello castaño relucía, lo que hacía que me entraran unas terribles ganas de acariciarlo.
Erick al verme sonrió, mostrando su blanca dentadura.
-Veo que ya estás despierta.- dijo, mientras se sentaba en el borde de la cama.
Advertí en que llevaba una bolsa en la mano, este, al ver que la miraba me la tendió.
-No ibas a llegar al desayuno, a si que te guardé algo para que no te murieras de hambre.- explicó.
Le sonreí agradecida, mientras abría la bolsa para ver lo que había traído. La sonrisa en mi rostro se ensanchó al ver su contenido, bizcocho de chocolate y pastas.
-¡Amo el chocolate!- exclamé en tono infantil, provocando que Erick soltara una pequeña carcajada.
Entonces alzó su mano derecha y retiró un mechón de pelo que caía en mi rostro para esconderlo tras mi oreja. Al retirar la mano dejó una leve caricia en mi pelo, provocando que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo.
Me perdí por unos instantes en sus hermosos ojos azules, los cuales me observaban con dulzura. Sentía como mi corazón latía aceleradamente. ¿Qué me estaba pasando?
Finalmente él carraspeó, mientras retiraba la mirada.
-Entonces, ¿te gusta lo que te he traído?- preguntó.
Asentí con la cabeza.
-Sí, muchas gracias, enserio.- dije, dedicándole una tímida sonrisa.- Erick.- este se giró en cuanto pronuncié su nombre- No quiero parecer grosera pero, ¿por qué estoy en tu habitación?
-¿Recuerdas ayer cuando fuimos a darle la pócima a Naomi?- asentí con la cabeza, de manera que él prosiguió con su explicación- Pues bueno, insististe en quedarte hasta que despertara y, de tanto esperar te quedaste dormida en el sillón de visitas.
Bajé la mirada avergonzada, solo a mí se me ocurriría quedarme dormida en una enfermería.
-Y, como no despertabas, no iba a dejarte ahí durmiendo, así que decidí llevarte a mi habitación.- dijo, dedicándome una media sonrisa.
Me quedé embobada contemplando la forma de sus pómulos cuando sonreía. Sacudí la cabeza de manera que una idea me vino a la mente, ¿quería decir eso que había dormido en la misma cama que Erick toda la noche? Mis mejillas enrojecieron solo de pensar en el suave tacto de su cuerpo contra el mío y, aunque me costara admitirlo, una parte de mí estaba furiosa de no haber estado despierta para disfrutarlo.
-Sé lo que debes estar pensando y, no.- empezó a decir Erick- Dormí en el suelo. No quería que me vieras como uno de esos chicos que se aprovechan de las mujeres cuando no son conscientes. Yo no soy así, supongo que eso es algo más propio de James.- dijo mientras se encogía de hombros.
Solté un pequeño suspiro de alivio y pensé en lo mal que lo debía de haber pasado el pobre durmiendo en el suelo toda la noche. Posé una mano en su hombro, mientras le dedicaba una sonrisa.
-Muchas gracias por todo.- dije- Por cierto... ¿Te dolió?- pregunté tímidamente.
Este alzó una ceja divertido.
-¿El dormir en el suelo?- preguntó, de manera que yo asentí con la cabeza.- Tampoco fue para tanto, solo bichos gigantes de grandes dientes intentaron arrancarme los ojos para darle de comer a sus crías, por lo demás, fue una noche tranquila.- bromeó él.
-Sería una pena.- comenté.
-¿Una pena el qué?- preguntó él extrañado.
-Me gustan tus ojos.- respondí, encogiéndome de hombros.

Después de cambiar mi estropeado vestido por uno totalmente limpio y terminar mi desayuno, me dirigí hacia la enfermería para ver si Naomi ya había despertado. Erick, quien se había ofrecido enseguida a acompañarme, iba junto a mí.
Finalmente llegamos a una puerta. Erick la abrió, haciéndome un gesto para que pasara yo primero. Entré, esperando que él me siguiera, pero se quedó en la puerta.
-¿No vas a acompañarme dentro?- pregunté, sin poder evitar que mi voz adquiriera un tono de desilusión.
El negó con la cabeza, mientras alzaba la mano derecha y dejaba una corta caricia en mi mejilla.
-Es tu mejor amiga, supongo que tendréis muchas cosas de las que hablar.- dijo, encogiéndose de hombros.
Le dediqué una tímida sonrisa y, seguidamente, di media vuelta para internarme en la enfermería. Nada más entrar, oí una voz que se me hizo extrañamente familiar.
-¡Quiero salir de aquí! ¡Hablo enserio enfermera! Me encuentro perfectamente, ¿ve?- esa voz chillona proveniente de detrás de una de las cortinas provocó que una ancha sonrisa se formara en mi rostro.
-Señorita, lleva 12 días en coma, tiene que entender que no puedo dejarla salir así de repente.- decía con impaciencia la voz que debía ser de la enfemera.
-Anda Naomi, haz caso a la enfermera, es su trabajo, ella sabe lo que hace.- esta voz masculina también se me hizo conocida. Christian.
Fui corriendo hacia la cortina tras la que se encontraba mi mejor amiga, ignorando las protestas de una bajita enfermera, que me reñía por correr por la sala.
Descorrí la cortina de un tirón, encontrándome con Naomi sentada en el borde de la cama moviendo las piernas como loca, para demostrarle a la enfermera que se encontraba en perfecto estado. Mientras tanto, Christian estaba de pie, de brazos cruzados, repimiendo una carcajada al ver a su hermana.
Carraspeé, provocando que todos se giraran para mirarme. Naomi abrió los ojos como platos, mientras se levantaba de un salto de la cama y se avalanzaba hacia mí. Me abrazó fuertemente, provocando que casi me quedara sin respiración.
-¡Lena!- chillaba, mientras me apretaba con más fuerza.
Hice una mueca, me estaba dando justamente en el brazo por el que me habían agarrado los guardias el otro día.
-Naomi... Me... Estas aplastando...- dije con dificultad.
Esta al darse cuenta de la fuerza de su agarre me soltó mientras me dedicaba una radiante sonrisa.
-¿Y a mí no me abrazas?- preguntó Christian, poniendo morritos.
Le sonreí y rodeé mis brazos en su cuello, mientras él me atraía hacia su cuerpo cogiéndome por la cintura.
-No sé como lo has hecho... Pero estoy seguro de que has tenido algo que ver en que Naomi despertara, te estaré eternamente agradecido.- susurró cerca de mi oído, de manera que solo yo lo pude oír.
Seguidamente me soltó, guiñándome un ojo. Volvía a ser el Christian que conocí.
Naomi pasaba la mirada de su hermano hasta mí, alzando una ceja.
-¿Me he perdido algo?- preguntó.
La miré algo extrañada, no entendía a que se refería. Le dirigí una corta mirada a Christian de reojo, vi un suave rubor en sus mejillas.
-¿A qué te refieres?- le pregunté, frunciendo el ceño.
Esta hizo un gesto con las manos, quitándole importancia.
-En fin... ¿Nos vamos a comer? ¡Me muero de hambre!- dijo Naomi, mientras se levantaba de un salto de la cama.
Estábamos apunto de salir por la puerta cuando la enfermera que antes había estado atendiéndola se interpuso en nuestro camino.
-Usted se queda aquí señorita.- dijo con firmeza señalando a Naomi con el dedo.
Esta bufó, y volvió enfurruñada hasta su cama de la enfermería mientras murmuraba insultos contra la enfermera.
-¿Te apetece que vayamos nosotros a comer?- le pregunté a Christian.
Él asintió con la cabeza, mientras me dedicaba una pequeña sonrisa.

La comida con Christian estaba resultando realmente agradable. Estar con él hacia que me olvidara de mis problemas raros de ángeles y demonios y que me sintiera como una chica normal.
Acababa de terminar de comer cuando un brazo se posó en mi hombro, provocando que me girara. A mis espaldas se encontraba James, con su carácterística pose despreocupada y con toda la atención de las chicas puesta en él, ya que no le quitaban ojo de encima.
Miró a Christian son suficiencia mientras dejaba una suave caricia en mi largo cabello.
-¿Te importa que te la robe un momento?- preguntó guiñándole un ojo.
Me levanté de la silla antes de que Christian, quien miraba a James enarcando una ceja, contestara.
-Ahora luego vuelvo.- dije, dedicándole una pequeña sonrisa.
Este asintió con la cabeza, frunciendo ligeramente el ceño. Una persona normal se habría sentido culpable al dejarlo allí solo, pero no era mi caso. La culpabilidad era un sentimiento que nunca había sentido, probablemente fuera por mis genes demoniacos.
James andaba unos pasos delante mía, con las manos metidas en los bolsillos mientras silvaba con despreocupación. Salimos fuera de la academia, y se sentó en uno de los bancos que quedaban enfrente del lago.
-Es increíble.- comentó James, rompiendo el silencio.- Tienes al humano totalmente enamoradito de ti.
-¿De qué narices estas hablando?- gruñí, frunciendo el ceño.
-Del humano con el que comías.- explicó- Menuda cara puso cuando te levantaste para ir conmigo.- dijo, mientras reprimía una risa.
-¡Christian no está enamorado de mí!- protesté- Es solo mi amigo.
El demonio formó esa media sonrisa tan propia de él en su rostro. Se levantó del banco y avanzó unos pasos hacia mí. Le devolví la mirada indiferente. No le daría el placer de intimidarme tan fácilmente.
-¿Y él, Lena? ¿Sabe qué es solo tu amigo?- preguntó, alzando una ceja.
-Si es para esto para lo que me has llamado, me iré.- estallé, mientras desviaba la mirada para que no viera el rubor que empezaba a formarse en mis mejillas.- Tengo mejores cosas que hacer que perder mi tiempo hablando con un idiota.
Este me cogió del brazo antes de que me pudiera ir, provocando que me girara, quedando a escasos centímetros de él. Sus ojos amarillos me analizaban con atención, consiguiendo ponerme nerviosa.
-No es eso para lo que te he llamado.- susurró, arrastrando las palabras de una manera realmente sexy.
Avanzó un paso más hacia mí, haciendo que la distancia entre nosotros se volviera aún más corta. En cuanto me di cuenta me solté de su agarre, alejándome de él.
-Y bien... ¿Para qué me has llamado entonces?- pregunté, intentando ocultar mi nerviosismo.
-Simplemente quería hablar de lo que hiciste el otro día, cuando nos rescataste a Erick y a mí.- explicó, mientras adquiría una actitud seria demasiado extraña en él- Por lo visto no solo desarrollas poderes angélicos. Tu parte demoniaca está empezando a salir a la luz.
-Mira, si estás hablando de lo que le hice al ángel Hartn ese, prefiero que dejes el tema, solo pensar en que controlé la mente del hombre hace que me sienta culpable.- mentí, intentando que mi voz sonara lo más sincera posible.
La sonrisa en el rostro de James se ensanchó.
-Y encima mentirosa.- comentó en tono burlón, mientras se cruzaba de brazos- Puede que tus mentiras te funcionen con el angelito, pero yo soy un demonio. Miento tanto como tú, o incluso más, diría yo.
-¿Y bien? ¿Qué pretendes que te diga? ¿Qué disfruté controlando la mente de un pobre hombre? Pues mira, es la verdad. ¿Qué no me siento culpable de lo que hice? Totalmente cierto.- bufé, mientras alzaba la mirada.- ¿Contento?
El demonio asintió con la cabeza.
-Eso a lo que tú llamas controlar la mente, nosotros lo llamamos persuadir.- explicó James- Por lo que me han contado, tu madre era realmente buena persuadiendo a la gente, quizás lo hayas heredado de ella.
-Yo no soy buena persuadiendo a la gente y no he heredado nada de mi madre, ¿entendido?- gruñí, mientras daba media vuelta para volver a la academia.
-¿No me digas que aún sigues con el estúpido pensamiento de que los ángeles son los buenos y los demonios los malos?- gritó a mis espaldas- ¿Por qué te niegas en admitir que sangre de demonio fluye por tus venas?
-Porque... Porque...-balbuceé, intentando buscar una respuesta coherente.
Este posó una mano en mi hombro.
-Estoy asustada, ¿vale?- admití, manteniéndome de espaldas a él.- ¿Estás contento? ¿Es eso lo que querías oír?
Noté como sus manos jugueteaban con mi largo cabello. Entonces lo apartó hacia un lado, dejándolo todo sobre el lado izquierdo. Apoyó la cabeza mi hombro, provocando que una suave caricia recorriera mi cuello.
-Todo se arreglará.- susurró.
Me giré una última vez para mirarle a los ojos.
-Siempre decís lo mismo, pero yo sé que nada volverá a ser como antes. Tarde o temprano tengo la impresión de que tendré que irme de aquí, dejando de lado a personas importantes para mí.- dicho esto di media vuelta y me interné en la academia.
Esta vez James no me seguía.

Acababa de terminar de cenar. Fingí tener dolor de cabeza para poder irme a dormir. Me sentía desganada después de mi última conversación con James, al que llevaba evitando todo el día.
Mientras me dirigía de camino a mi habitación me topé con Emily. Quien formó una sonrisa en su adorable rostro en cuanto me vio.
-¡Lena! ¿Te has enterado? ¡Naomi ha despertado!- dijo con emoción.
Le devolví la sonrisa, de manera que quedó algo forzada.
-Sí, es genial...- murmuré desganada.
Tras unos segundos sumidas en un incómodo silencio Emily habló.
-Se me perdió un brazalete en el bosque. Es una reliquia familiar muy importante para mí.- empezó a decir la chica de ojos azules tímidamente- Me da algo de miedo ir sola a estas horas de la noche a recuperarlo. Pero sé que no podré dormir con tranquilidad si no lo llevo puesto. Seguramente no querrás... Pero, ¿te importaría acompañarme a recuperarlo? - me suplicó, poniendo morritos.- Por favor...
-Está bien.- accedí.
¿Cómo negarme a ayudar a Emily? Ella era una de las personas más adorables y tiernas que había conocido en mi vida, siempre me ayudaba cuando podía, por lo que era mi turno de ayudarle a ella.


sábado, 12 de octubre de 2013

Capítulo 9, segunda parte

CAPÍTULO 9, SEGUNDA PARTE
Analicé atentamente las palabras de mi interrogador. Había repetido exactamente lo que yo le había dicho que hiciera.
Una fugaz idea me vino a la mente.
"¿Y si he descubierto alguno de mis poderes raros? ¿Me ayudará a salir de aquí?" pensé, mientras analizaba mis posibilidades.
Finalmente, decidí comprobar si mi teoría era cierta. Me giré y clavé mi mirada en el hombre, quien seguía en pose relajada, con la boca entreabierta.
-Vas a llevarme a las mazmorras donde están mis amigos. Los sacarás de allí.- me sorprendí al darme cuenta de lo muy persuasiva que sonaba mi voz.
El hombre se quedó unos instantes inmóvil. Crucé los dedos y recé por que mi teoría fuera cierta.
Entonces, cuando empezaba a asimilar que no iba a salir de allí, mi interrogador se levantó e hizo aparecer una puerta en la blanca pared.
-Voy a llevarle a las mazmorras donde están sus amigos. Los sacaré de allí.- dijo, mientras me abría la puerta para que pasara yo primero.
Suspiré aliviada. Notaba como aquel poder despertaba algo oscuro en mi alma, pero tenía que admitirlo: me encantaba aquella sensación.
Esbocé una sonrisa y me interné en el oscuro corredor. El hombre había desplegado sus alas, de manera que la luz de estas me servían para guiarme por el pasillo.
Finalmente llegamos a las mazmorras. Corrí hacia la celda en la que se encontraban Erick y James. El demonio estaba tumbado en el suelo, con la cabeza apoyada en las manos mientras miraba hacia el techo y silbaba, en cambio Erick estaba sentado, apoyado en una de las esquinas de la celda. Él fue el primero en verme. Se levantó rápidamente del suelo y se aproximó lo máximo que los barrotes le permitieron. Por su expresión podía intuir que estaba preocupado.
El hombre que iba conmigo se aproximó a la celda. Rebuscó entre su cinturón hasta sacar un llavero de él. Escogió una de las llaves y la metió en el enorme candado de la celda, dejándola abierta.
Erick fue el primero en reaccionar, salió corriendo de la celda y fue hacia mí, envolviéndome en un reconfortable abrazo, algo que me pilló totalmente desprevenida. Sentía sus manos en mi espalda, su cabeza estaba apoyada en mi hombro, de manera que sus cabellos me cosquilleaban ligeramente la mejilla.
-Dios mío Lena, estaba tan preocupado.-murmuró, sus labios rozaban mi clavícula con cada una de sus palabras- Temía que te llevaran directamente con Miguel sin siquiera dejar que nos despidiéramos de ti.
Una pequeña lágrima descendió por mi mejilla. No entendía porque estaba llorando. No estaba herida, me encontraba en perfecto estado, pero aún así mis mejillas estaban húmedas.
Alcé mi mano derecha temblorosa y la hundí en los suaves cabellos castaños de Erick, acariciándolos. Había sido algo impulsivo, y no sabía como iba a reaccionar él al respecto, pero no había podido evitarlo, llevaba siglos queriendo hacerlo.
Entonces alguien carraspeó a nuestras espaldas, provocando que Erick y yo nos separáramos. Mis mejillas ardían, pero por suerte, estaba demasiado oscuro para que alguno de los dos lo notase.
-¿Cómo has conseguido sacarnos de aquí?- preguntó Erick, clavando sus ojos azules en mí.
Bajé la mirada al suelo tímidamente. Mi mente aún seguía recordando el tacto de sus manos en mi espalda y el ligero roce de sus labios contra mi clavícula.
Entonces giré mi mirada hacia James, quien formó una media sonrisa en su rostro.
-El hombre tiene pinta de no haber tenido sexo en toda su vida. Seguro que le hizo un trabajito para que nos dejaran salir de aquí.- dijo, mientras se dirigía hacia mi interrogador, quien apenas se había inmutado ante sus palabras.
-Eres un cerdo.- le espeté, fulminándolo con la mirada- ¿Es que siempre tiene que haber sexo por enmedio en todo?
El avanzó un paso hacia mí y formó una sonrisa divertida en su rostro, provocando que un pequeño hoyuelo apareciera en su mejilla derecha.
-En este tipo de situaciones sí.- respondió encogiéndose de hombros.
Rodé los ojos. Lo mejor que podía hacer era ignorarlo, seguirle el juego nos retrasaría más.
Giré la cabeza y me dirigí hacia el hombre, quien estaba mirando el techo ausente. Lo cogí de los hombros y lo zarandeé un par de veces, hasta que este bajó la mirada y clavó sus ojos blancos en los míos.
-Vas a crear una puerta para que podamos salir del refugio.- dije, volviendo a usar el mismo tono persuasivo.
Me paré a pensar durante unos instantes. Estaba controlando a mi antojo la mente de un pobre hombre que tuvo la mala suerte de interrogarme y, aún así, seguía sin poder sentirme culpable, incluso me gustaba esa sensación de poder que se formaba en mi pecho. ¿Qué me estaba pasando?
Entonces, la voz del hombre interrumpió mis pensamientos, haciendo que fijara mi antención en él.
-Voy a crear una puerta para que podáis salir del refugio.- repitió, mientras se dirigía hacia la puerta.
Me di la vuelta. Erick y James me miraban con la sorpresa pintada en sus caras.
-¿Nos vamos o pensáis quedaros con cara de gilipollas hasta que me maten?- les espeté bruscamente, provocando que estos reaccionaran y se situaran junto a mí.
Nos internamos en el oscuro corredor de nuevo. Entonces oí pasos a lo lejos, y murmullos que parecían pertenecer a dos personas.
-¿No lleva mucho tiempo Stan interrogando a la chica?- decía una de las voces.
Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Estaban cada vez más cerca de nosotros, nos descubrirían.
Miré hacia el suelo, mientras los Hartn pasaban por nuestro lado, intentando llamar la atención lo menos posible.
Entonces uno de ellos se giró y me miró alzando una ceja.
-¿Stan? ¿Qué narices hacen los prisioneros aquí?- preguntó uno de los hombres.
-Voy a crear una puerta para que puedan salir del refugio.- respondió este, quitándole importancia al asunto.
-¿ Pero qué...- no le dio tiempo a terminar la frase, ya que Erick le propinó un puñetazo en la barbilla, dejándolo inconsciente.
Lo miré impresionada. ¿Erick golpeando a otro ángel? Este, al sentir mi mirada clavada en él se giró y se encogió de hombros, dando a entender que no había tenido otra opción.
El otro Hartn se quedó paralizado, contemplando el cuerpo inconsciente de su compañero en el suelo. Cuando reaccionó para huir ya era demasiado tarde, ya que James le bloqueaba la salida, con una sonrisa maliciosa en su rostro.
-No tan rápido angelito.- dijo, mientras le propinaba un fuerte puñetazo en el estómago, provocando que el hombre se encogiera y cayera al suelo.
Iba a seguir golpeándolo cuando Erick lo agarró del brazo y lo miró con seriedad.
-Con dejarlo inconsciente basta.- dijo con firmeza.- Tenemos que salir de aquí. Probablemente manden refuerzos al darse cuenta de la ausencia de estos dos.
James le dirigió una última mirada al cuerpo inconsciente del hombre, como deseando poder golpearle de nuevo. Soltó un suspiro y se reunió con nosotros, cruzándose de brazos.
Entonces, una potente luz blanca empezó a envolver a Erick, dándome a entender que estaba desplegando sus alas.
Una vez las alas estendidas nos miró y le hizo un gesto con la cabeza a James, indicándole que él debía hacer lo mismo.
-Volando llegaremos más deprisa.- explicó Erick.
James asintió con la cabeza. Una oscuridad empezó a envolver su cuerpo. Lo miré con curiosidad, era la primera vez que iba a ver sus alas, aunque no lo admitiría en voz alta, tenía curiosidad por ver como eran.
Las recorrí con la mirada, fijándome en cada uno de sus detalles. Parecían un mar negro de plumas. Destacaban notablemente debido al pálido tono de su piel.
No podía apartar mis ojos de ellas. No eran hermosas como las de Erick, pero tenían un toque electrizante y embriagador que atraía mi mirada.
Entonces el ángel de ojos azules carraspeó, provocando que tanto el demonio como yo nos giráramos para mirarle.
-Yo me encargaré de los guardias que se nos crucen. Tú carga con ella- dijo Erick dirigiéndose a James.
Este asintió, mientras una sonrisa traviesa se formaba en su rostro.
-¿¡Me vas a dejar con él?!- protesté, señalando al demonio acusadoramente con el dedo- Tengo piernas, creo que puedo correr yo sola.
- Volando llegaremos antes, no tardarán en saber donde estamos.- justo cuando terminó la frase, una campana resonó por todo el corredor, provocando que me tapara los oídos ante el estridente ruído.- De hecho, ya nos han encontrado.- dijo Erick, mientras se alzaba en el aire.- ¡Vamos! ¡Rápido!
James avanzó hasta mí sonriendo con superioridad.
-Tú eliges preciosa, te cargo por las buenas o por las malas.- dijo, mientras alzaba una ceja esperando alguna reacción de mi parte.
Solté un bufido y me crucé de brazos. No me hacía ninguna gracia que ese idiota cargara conmigo, pero no había otra opción.
Este pasó un brazo por debajo de mis piernas y me alzó. Impulsivamente me agarré a su cuello mientras nos elevábamos en el aire, al darme cuenta de lo que estaba haciendo me solté mientras mis mejillas se volvían de un color rojo intenso.
Giré la cabeza para mirar a James, quien reprimía una carcajada.
-¿Y tú de qué te ríes idiota?- le pregunté con brusquedad.
-Simplemente pensaba en las miles de cosas que te podría hacer en esa posición.- comentó, mientras la sonrisa en su rostro se ensachaba.
Alcé una ceja mientras lo fulminaba con la mirada.
-Espero que sepas las cosas que te pueden pasar si lo intentas.- contesté.
Noté como una de las manos que me sujetaban se movían, con intención de llegar a mi trasero. Me puse rígida y lo miré.
-Ni se te ocurra.- dije firmemente.
Él acercó su rostro a mi cuello, estaba peligrosamente cerca.
-¿Qué me harás si lo hago?- preguntó con voz seductora, mientras rozaba con sus labios mi piel al hablar.
-Yo...- empecé a balbucear, entonces un cuchillo salió disparado por los aires.- ¡Cuidado!
James se giró bruscamente para esquivarlo, me agarré a su cuello y hundí la cabeza en su pecho. Sentía el rápido latido de su corazón bajo su camiseta.
Una vez nos estabilizamos de nuevo me despegué de él.
-¿Estás bien?- me preguntó. Sus ojos amarillos relucían en la oscuridad.
Asentí con la cabeza. Alcé la mirada al frente y pude ver a Erick, quien se deshacía de los guardias que venían contra nosotros, chorros de sangre descendían de su brazo derecho. "Lo curaré en cuanto lleguemos a la academia" me dije a mí misma.
Entonces, una potente luz se adueñó de todo el lugar. Aquella sala me sonaba de algo.
-Hemos llegado al lugar por el que entramos al refugio.- me explicó James, gotas de sudor bajaban por su frente.
Mi interrogador se paró en medio de la estancia y murmuró unas palabras.
Miré preocupada hacia el corredor oscuro del que acabábamos de salir. Si el hombre no se daba prisa, los Hartn nos alcanzarían. Ya estaban en la sala blanca. Me mordí el labio con fuerza. Cada vez estaban más y más cerca. Sentía los músculos de James extrañamente tensos.
Y entonces, justo cuando nos iban a alcanzar, una puerta dorada se materializó frente a nosotros. Erick fue corriendo y la abrió, para que pasáramos primero. Los gritos de los Hartn resonaron por toda la habitación y de pronto, todo el ruído cesó.
Me giré. La puerta dorada había desaparecido y volvíamos a estar en la escalera de caracol que nos había llevado hasta allí.
Erick se apoyaba en la pared, mientras se sujetaba el brazo herido. James me bajó al suelo y fui corriendo hacia él, para examinarle el brazo, el cual estaba repleto de sangre.
-Llevaban...Llevaban armas... Armas blancas...-jadeó este, mientras respiraba con dificultad.
Me acerqué a él y le aparté el pelo sudado de la cara, seguidamente le di la mano por el brazo bueno, dejando un suave apretón en ella.
-Vamos.- dije, mientras lo guiaba por la escalera de caracol.
Una vez estuvimos bajo, busqué con la mirada el portal por el cual, habíamos llegado hasta allí. Seguía en el mismo sitio en el que lo habíamos dejado, desprendiendo aquella extraña luz violeta.
-Lena.- me llamó Erick.
Me giré para mirarlo y este sacó un pequeño recipiente con un líquido azul de su bolsillo.
-La tengo.- dijo.

Formé una pequeña sonrisa en mi rostro, por lo menos todo este viaje no había sido para nada. Ella iba a despertar. Naomi.

lunes, 7 de octubre de 2013

Capítulo 9, primera parte

CAPÍTULO 9, PRIMERA PARTE
Los guardias me sujetaban con fuerza de los brazos. Me estaba mordiendo el labio con tanta fuerza que pequeñas gotas de sangre empezaron a descender por él.
Entonces se detuvieron frente a una reja de oxidados barrotes y nos metieron dentro con brusquedad.
Ahogué un grito y me apoyé en la pared. Volví la cabeza hacia mi brazo, concretamente la zona en la que los guardias me habían agarrado, estaba roja y me escocía. Apreté los dientes y miré a James y Erick, quienes estaban de pie, ambos apoyados en opuestas esquinas de la celda.
-¿Qué narices te dijo tu amiguita para que reaccionaras de esa forma?- preguntó James
Erick alzó una ceja y lo miró.
-Dijo que si me aburría en la celda, ella me daría diversión.- formó una mueca en su rostro, provocando que James soltara una carcajada.
-Una forma muy directa de decir que quiere acostarse contigo.- comentó con sorna, mientras esbozaba una media sonrisa.- Por lo visto el angelito ha ligado.
Erick alzó la mirada y, sorprendentemente sonrió.
-¿Qué pasa demonio? ¿Estás celoso porque yo he ligado y tú no?- dijo Erick en tono burlón.
James soltó una carcajada.
-No me van los angelitos.- dijo, guiñándole un ojo.
Erick abrió la boca para replicar, pero lo interrumpí antes de que pudiera hacerlo.
-¿Se puede saber que os pasa?- protesté, alzando mi tono de voz ligeramente- ¿Estamos encerrados en una celda y vosotros discutís sobre quién de los dos a ligado más hoy? Dejaros de tonterías y empezar a pensar una forma de salir de aquí de una vez.-
Hundí la cabeza entre mis manos, cubriendo mi rostro. Me sentía agotada y encima, el hecho de que en cuanto terminaran de investigarme un tal Miguel me mataría no ayudaba a que mis nervios cesaran.
-No lo entiendes, ¿verdad?- dijo una voz, que parecía ser la de James.
Alcé la cabeza para mirarlo. Sus ojos amarillos estaban clavados en mí.
-Los Hartn controlan todas las entradas y salidas de su refugio. Si ellos no quieren que nos vayamos, no nos iremos, así de simple.- explicó James, mientras se cruzaba de brazos- No te calientes la cabeza con ideas para salir de aquí. No se puede-
Las palabras de James me sentaron como si me hubieran dado una patada en el estómago. Tenía la esperanza de que alguno de los dos ideara un plan para salir de aquí, pero no se puede. Estábamos atrapados.
-Os dije que era una mala idea hacer tratos con los Hartn. No me hiciestéis caso.- dijo Erick, mirándome con dureza.
Iba a replicar cuando la puerta de la celda de abrió de golpe y un robusto guardia apareció tras ella.
Me señaló con él dedo, indicándome que debía ir con él. Me levanté y salí de la celda mientras otro guardia me sujetaba por los brazos. Solté un gruñido, ya que me había agarrado justamente en la zona que me escocía.
James y Erick avanzaron para ir conmigo, pero el guardia que estaba junto a la puerta los detuvo. Pude oír sus gritos de protesta mientras el guardia me conducía por un oscuro corredor.
Me dejé llevar sin oponer resistencia, ya que, al fin y al cabo, ¿qué otra cosa podía hacer? El guardia me llevó hasta una habitación totalmente blanca. No había ventanas, ni nada que adornara la habitación. Tan solo en el centro había una pequeña mesa de madera y dos sillas, una enfrente de la otra. El guardia me empujó bruscamente hacia una de las sillas obligándome a que me sentara. Entonces me miró y me señaló con el dedo.
-No salgas de aquí.- me advirtió.
Tras unos segundos en silencio se dio cuenta de lo muy estúpidas que sonaban sus palabras.
-¡Pero que digo! Si no puedes.- se burló, mientras empezaba a reírse él solo de su propia broma.
Hice una mueca y me crucé de brazos, dándole la espalda al hombre. Seguidamente escuché el sonido de una puerta cerrándose y al darme la vuelta, esta había desaparecido por completo.
Me quedé sola en la habitación durante unos minutos que se me hicieron eternos, cruzada de piernas y con el ceño fruncido.
Entonces un hombre de mediana edad de mirada fría se sentó en la silla frente a la mía. Lo miré con curiosidad, no había oído la puerta abrirse ni el sonido de sus zapatos al chocar contra el suelo.
El hombre, el cual había estado mirando hacia el suelo cabizbajo, alzó la mirada y ahogué un grito de sorpresa al ver sus ojos. Eran blancos. Totalmente blancos.
Se quedó unos instantes observándome, yo le devolvía la mirada sin pestañear, no pensaba dejarme intimidar tan fácilmente por aquel hombre, debía demostrarle que era fuerte, y que aquella situación me era indiferente, aunque fuera mentira.
Finalmente el hombre carraspeó, lo que me indicó que iba a empezar ha hablar.
-Soy el científico Stan. Mattew Stan.- me tendió su mano.
Vacilé durante unos segundos, hasta que me decidí a estrechar la mano del hombre. El tacto de su piel era tan frío que me helaba la sangre. Aparté la mano con rapidez.
-¿Y bien?- pregunté, cruzándome de brazos- ¿Qué es lo que piensa hacerme? ¿Me conectará unos cables en la cabeza? No... Espere, ¡ya sé! ¿Me encerrará en una jaula y me hará rodar en una rueda gigante como si fuera una estúpida rata de laboratorio?- pregunté, poniendo un ligero tono sarcástico en mi voz.
El hombre tomó unas rápidas notas en su cuaderno y seguidamente me miró.
-Solo voy ha hacerle unas preguntas.- dijo el hombre con frialdad- Le agradecería que respondiera con sinceridad.
-¿Qué gano yo mintiéndole?- dije, intentando que mi voz sonara lo más indiferente posible- Voy a morir igual por lo que, ¿para qué molestarme en idear una mentira para usted?
El hombre carraspeó y cruzó sus manos encima de la mesa, alzo la mirada y clavó sus ojos blancos en mí.
-Bien. ¿Hace cuánto que sabes que tus padres son un ángel y una demonia?-
-Hace poco. Siéndote sincera, me entere ayer de la noticia, y no es que me haya hecho mucha gracia.- respondí, formando una mueca en mi rostro.
El hombre asintió y volvió a tomar su libreta, para escribir una nota rápida en ella.
-¿Tiene que apuntar todo lo que hago o digo?- le pregunté, aparentemente molesta.
El hombre frunció el ceño irritado, pero decidió hacer caso omiso de mis provocaciones.
-¿Ha desarrollado algún tipo de poder en este tiempo?-
Masajeé mis sienes, ¿debía responder esa pregunta? Tampoco tenía nada que perder, que estaba empezando a desarrollar mis poderes no era ningún secreto para nadie, por lo que me contaron James y Erick, los ángeles y demonios ya podían detectar mi presencia.
-Sí.- hice memoria durante unos instantes para recordar los momentos en los que había utilizado ese poder- Hice que una piedra levitara hasta la cara de mi mejor amigo, curé heridas provocadas por armas blancas a Erick, hice que el suelo se incendiara cuando un hombre intentó atacarme y provoqué que mi querida compañera de clase sufriera.- respondí, sin darle demasiada importancia.
El hombre se quedó en silencio durante unos instantes.
-Interesante.- murmuró, mientras volvía a tomar su libreta.
El roce de su lápiz contra el papel me ponía aún más nerviosa de lo que estaba. Mis manos sudaban y mis piernas temblaban sin parar. ¿Qué es lo que era tan interesante?
-¿Has empezado a desarrollar tus alas?-
-No.- respondí con firmeza.
-Oí que un incidente hizo que entraras más tarde de lo debido a la academia en la que estudias actualmente. ¿Cuál fue ese incidente?-
Me quedé unos minutos en silencio. Sabía perfectamente la respuesta a esa pregunta. Se me hizo un nudo en la garganta, imágenes del chico rubio de ojos verdes volvieron a mi mente, estas imágenes siempre acababan igual, con el cuerpo de Jack inerte y una flecha puntiaguda clavada en su corazón. Sentía como grandes gotas de sudor descendían por mi frente. Abrí la boca para responder, pero las palabras no salían de ella. Tenía unas terribles ganas de llorar, pero las aguantaba como podía, tenía muy clara una cosa, no iba a llorar delante de aquel hombre, eso me mostraría como alguien frágil, y eso era lo último que quería.
-Esto es un interrogatorio, debe responder todas las preguntas que le formule.- me recordó el hombre, mientras se cruzaba de brazos impaciente.
Me aclaré la garganta e intenté que mi voz sonara lo más firme posible.
-No voy a responder esa pregunta.- murmuré, mientras bajaba la mirada.
Pude ver un brillo de triunfo en los ojos grandes del hombre. Lo había conseguido, estaba dando justo donde más me dolía.
-¿Perdone?-
Solté un gruñido. Estaba arta. Arta de todo. Arta de que aquel hombre estúpido se metiera en mi vida privada. Arta de que medio mundo quisiera matarme. Arta de estar encerrada en ese asqueroso lugar.
Quería volver a la academia. Necesitaba volver a la academia. Por Naomi. Debía curarla.
Miré al hombre con una frialdad para nada propia en mí.
-He dicho, que no voy ha hablar de ese tema, usted no va a entrometerse más en mi vida, ¿entiende?- dije, las palabras habían salido solas de mi boca.
Podía ver el reflejo de mis ojos verdes con manchas marrones en las pupilas blancas del hombre. Extrañamente mis ojos desprendían una luz oscura.
El hombre me miraba con la boca entreabierta, sus ojos clavados en los míos.
-No hablaré más del tema, no me entrometeré más en su vida privada.- dijo el hombre.
Su voz sonaba extrañamente relajada.
Se me herizaron levemente los pelos de la nuca. ¿Se puede saber que le pasaba a ese hombre? ¿Por qué cambiaba de idea tan bruscamente?
-¿Qué...qué ha dicho?- pregunté, con la voz temblorosa.
Lo había oído perfectamente, pero necesitaba asegurarme de que no me equivocaba.
- He dicho, que no hablaré más del tema, ni me entrometeré en su vida privada, señorita.- repitió el hombre.

Bueeeeenas mis pequeños angelitos!
¿Qué tal?
Eeeeeen fin, ¿qué os ha parecido este capítulo? ¿Demasiado raro? Lo sé. Es exactamente lo que pretendía.
Mi idea en un principio era hacer este capítulo más largo, ¿pero sabéis? He decidido dejaros con la intriga y cortarlo aquí, ya sabéis, tengo una gran afición por joder a la gente ;)
Bueno, esta idiota se despide,
hacer el favor de comentar anda, que no os cuesta nada :P
¡Besos!

martes, 1 de octubre de 2013

Capítulo 8, segunda parte

CAPÍTULO 8, SEGUNDA PARTE
Cruzar el portal al principio me resultó algo aterrador. Entrar en un agujero negro en la pared trasera de la academia no me hacía demasiada gracia, pero entonces pensé en Naomi y en sus grandes ojos marrones abiertos de par en par, mientras me contaba alguna de sus estúpidas anécdotas que tanto me hacían reír. Debía cruzar el portal, lo haría por ella.
Miré a Erick y James, quienes me contemplaban, esperando a que dijera algo. Entonces me acerqué a ellos y les di una mano a cada uno. Los guié hacia el portal y juntos, lo atravesamos.
*******************************
Choqué contra el suelo fuertemente. Tosí un par de veces a causa del polvo mientras mi cabeza daba vueltas y vueltas. Me sentía muy mareada. Escondí la cabeza entre las manos y me quedé así durante unos segundos.
-Por lo visto a alguien no le sientan demasiado bien los viajes en portal.- dijo James, con su habitual tono burlón.
Quité las manos de mi rostro y alcé la cabeza para poder mirar a James, quien me ofreció una mano para ayudar a levantame. Probablemente en otra ocasión la habría rechazado y me habría levantado yo misma, pero me sentía tan mareada y confusa, que por una vez la acepté, dejando que me levantara.
Una vez estuve de pie sacudí mi vestido, el cual estaba lleno de polvo.
-¿Dónde está Erick?- pregunté, mientras recorría mi mirada por los alrededores en su busca.
-Está cerrando el portal.- respondió el demonio con indiferencia.
Entonces oí unos pasos a nuestras espaldas y a alguien tosiendo. James y yo nos giramos prácticamente a la vez, encontrándonos con un Erick recubierto de polvo, quien nos dedicaba una media sonrisa.
-Listo.- dijo, mientras volvía a toser- Ya podrían limpiar este sitio de vez en cuando.- protestó, sacudiéndose el polvo de la ropa.
Me acerqué a él, colocándome a su lado. Por mucho que me costara admitirlo, tenía que reconocer que estar cerca de él me reconfortaba, hacía que me sintiera segura.
Lo miré de reojo, su cabello castaño estaba despeinado y sus ojos azules relucían en la oscuridad.
-¿Dónde estamos?- pregunté, mientras le echaba un vistazo al oscuro lugar.
-Estamos en las afueras del refugio de los Hartn.- explicó él- Solo los que han sido invitados a entrar tienen acceso al refugio.-
-¿Y cómo se supone que vamos a entrar?- pregunté, echando un vistazo a el lugar, el cual estaba totalmente desierto. -No sé si vosotros, pero yo aquí no veo nada.
Entonces, justo cuando pronuncié la última frase, una puerta dorada se materializó ante nosotros. Brillaba con tanta fuerza que me lloraban los ojos si la miraba demasiado tiempo seguido.
Erick avanzó y abrió la puerta, la cual tenía una larga escalera de caracol dentro. Iba a seguirle cuando sentí una presencia a mis espaldas.
-¿Y ahora? ¿Ves algo, hermosa?- dijo James en tono burlón.
Sus labios rozaron ligeramente mi oreja con cada una de sus palabras. Gruñí y lo aparté de mí, comenzando a subir tras Erick.

Después de una hora caminando, empecé a temer que esas escaleras no acabaran nunca. ¿Y si los Harnt eran tan malvados como James y Erick decían y nos habían dejado atrapados en una escalera sin fin?
Mis piernas empezaron a tambalearse. Después de una hora de subida, estaba agotada. Me paré durante unos segundos para recobrar el aliento.
James, quien estaba detrás mía, posó una mano en mi espalda, provocando que pegara un pequeño brinco.
-Vamos Lena, ya queda poco.- me animó este, mientras que sus ojos amarillentos relucían como los de un gato.
Asentí con la cabeza y subí unos cuantos peldaños hasta que Erick se detuvo ante una puerta. Vaciló durante unos instantes hasta que, finalmente se decidió a abrirla. Una luz cegadora entró por las escaleras, que habían estado todo el trayecto a oscuras. Parpadeé unos instantes hasta acostumbrarme a la luz y decidí seguir a Erick, quien ya había cruzado a la habitación.
Oí a James gruñir junto a mí.
-No entiendo esa manía que tenéis los ángeles por tener esta molesta luz por todos los lados.- se quejó el demonio.
-Sentimos no poder complacer sus deseos, hijo de Lucifer.- dijo una fría voz a nuestras espaldas.
Nos giramos los tres prácticamente a la vez. Donde hace unos instantes se encontraba aquella puerta dorada que nos había conducido hasta aquí, ahora había un jóven ángel de tez pálida y cabello totalmente blanco. Sus alas estaban estendidas, dándole un aspecto imponente.
Dio un paso hacia nosotros y clavó sus ojos en mí, pude advertir en que sus ojos presentaban un extraño color violeta y, sorprendentemente, no tenían pupila. Me observó de arriba a bajo, no había descaro en su mirada, simplemente curiosidad.
-Veo que la habéis traido.-
Erick y James se miraron entre ellos y asintieron levemente.
Entonces el ángel dio media vuelta y se internó en un corredor, que, sorprendentemente estaba oscuro, a diferencia de toda la estancia.
Erick dudó durante unos instantes, pero finalmente, siguió al ángel, de manera que James y yo hicimos lo mismo.
Aquel corredor estaba prácticamente a oscuras, por suerte, la intensa luz de las alas del ángel, nos permitían ver lo necesario para guiarnos por allí.
De repente algo me rozó la pierna, provocando que pegara un pequeño brinco. Bajé la mirada para ver que era. Una araña. Suspiré aliviada, mientras la sacudía para quitármela de encima.
Entonces sentí como una mano se entrelazaba con la mía, dándome un suave apretón. Alcé la mirada, de manera que pude ver a Erick, quien tenía la mirada perdida en el corredor, pero, sorprendentemente sonreía. La forma de su perfil era perfecta. Sus largas pestañas tapaban sus relucientes ojos azules. Su nariz era recta, pero presentaba una pequeña curva en el principio, lo que le daba un aspecto adorable. Y sus labios... Sus labios relucían levemente, dándoles un aspecto demasiado apetecible.
Me mordí el labio y desvié la mirada, quitando aquellas absurdas ideas de mi mente.
No podía dejar de pensar en mis manos, entrelazadas con las de Erick, sus manos presentaban un tacto duro, no eran suaves, pero su tacto me resultaba agradable.
Entonces el ángel Hartn que nos guiaba se detuvo y abrió una puerta, dejándonos pasar a nosotros primero.
Le devolví el apretón a Erick justo antes de soltar su mano. No me apetecía tener que soportar algún comentario sarcástico de James.
La sala en la que nos encontrábamos era sumamente amplia. La luz presentaba un extraño color violeta, que hizo que se me erizaran los pelos de la nuca. Había montones de estanterias con miles de recipientes de cristal con líquidos de diferentes colores en ellos. Además, había grandes ollas, en las que se encontraban a lo que deduje que serían más ángeles Hartn, encapuchados, mientras removían o echaban líquidos en el contenido de las ollas.
Aquel lugar me daba mala espina.
Entonces el ángel que iba con nosotros se separó y se dirigió hacia las grandes estanterías repletas de recipientes. Advertí en que sus alas habían desaparecido de su espalda, provablemente las habría recogido sin que me hubiera dado cuenta.
Miré hacia mi izquierda, donde se encontraba James, cruzado de brazos mordiéndose el labio con nerviosismo.
" Un momento... ¿James nervioso? Eso sí que es nuevo." pensé, esbozando una pequeña sonrisa din darme cuenta.
El ángel que nos había guiado hasta aquí regresó, sosteniendo un pequeño recipiente de un color azul oscuro en sus manos. Se dirigió hacia Erick y se lo tendió, quien contemplaba al ángel con sorpresa en sus ojos.
-Bien. Ya tenéis la poción que anula los efectos del adormecimiento. Ahora, nos quedamos con la chica.- dijo el ángel, dirigiéndose a mí.
Miré a Erick asustada, quien había abierto los ojos como platos.
-Espera, espera... ¿Qué es eso de quedarse con la chica?- preguntó James, alzando una ceja.
-¿Pensábais que no pediríamos nada a cambio de un elixir tan potente?- dijo el ángel, mientras nos miraba con indiferencia.- Lo dijimos claramente hijo de Lucifer, vosotros traéis a la chica y os damos el elixir.
Entonces Erick, quien se había quedado en estado de shock, intervino en la conversación. Sus ojos azules miraban con odio al ángel.
-Que yo sepa, el trato era que lleváramos a la chica con nosotros, nadie dijo nada de intercambiarla por el elixir.- protestó Erick con una frialdad inapropiada en él.
El ángel Hartn sonrió con malicia.
-Exacto, dijimos que queríamos que la trajérais con vosotros, pero no dijimos nada de que le fuéramos a dejar regresar.-
Abrí la boca para contestar, pero las palabras no querían salir de ella. Porque, aunque me costaba reconocerlo, el ángel tenía razón. Ellos no especificaron en ningun momento que me fueran a dejar salir.
-Bien... Pues si ese es el precio que hay que pagar por el elixir, no aceptamos el trato.- dijo James, mientras daba media vuelta dispuesto a salir por la puerta.
Entonces, justo cuando iba a tocar el manillar, la puerta desapareció por completo. Este dio media vuelta anodadado, su cara estaba más pálida de lo normal y miró al ángel con un profundo odio.
Este se encogió de hombros.
-Si os negáis a dejar a la chica aquí. Tendréis que quedaros los tres.-
-Pero... ¿De qué os sirve tenerme aquí?- hablé al fin, notaba mi garganta reseca y gotas de sudor resbalaban por mi frente- No podéis matarme. Les dijísteis a James y Erick que no lo haríais y los ángeles no mienten.
-Estás en lo cierto.- dijo el Hartn, mientras daba un paso hacia a mí- Nosotros no te mataremos. Te investigaremos durante un par de días y luego te daremos a Miguel, quien está realmente interesado en matarte.
-¿Desde cuándo los Hartn elegís un bando?- se apresuró a decir Erick- Que yo sepa a los Hartn siempre os ha gustado manteneros alejados de todos los problemas estúpidos entre ángeles y demonios.
-Cuando una buena suma de piedras sagradas está por el medio, todo cambia.- dijo el ángel, encogiéndose de hombros.
Entonces oí unos pasos a nuestras espaldas. Alguien más acababa de aparecer en la sala.
-Vaya, vaya, vaya...- dijo una seductura voz femenina a nuestras espaldas.
Podía escuchar el suave ruído de sus tacones al chocar contra el suelo mientras andaba. Se sitió frente a nosotros y nos contempló durante unos instantes en silencio. No podía ver su aspecto, debido a que una capa cubría su rostro ensombrenciéndolo. De repente empezó a desabrochar los botones de su capa, hasta que finalmente se la quitó, tirándola al suelo. Era una chica jóven, tendría uno o dos años más que yo. Llevaba el pelo recogido en una larga trenza que le llegaba hasta la cintura. Llevaba ropa realmente ajustada, haciendo que se marcaran cada una de las curvas de su esbelto cuerpo. Pude dislumbrar el trozo de un tatuaje que sobresalía por su clavícula. Era hermosa.
Su mirada de salvajes ojos verdes se clavaron en Erick, mientras una seductora sonrisa se formaba en su rostro.
Mire a Erick de reojo, quien estaba serio, devolviéndome la mirada a la chica. A pesar de que no habían dicho nada, pude deducir que se conocían.
-Dios mío, ¿pero a quién tenemos aquí?- dijo, mientras daba un paso hacia Erick.- ¿Cuánto hacía que no nos veíamos? ¿Dos? ¿Tres años quizás? Es un placer volver a verte.
Erick formó una mueca en su rostro.
-Es una lástima que no pueda decir lo mismo, Maira.- contestó, cruzándose de brazos.
La chica chasqueó la lengua y lo recorrió de arriba a abajo con descaro.
-Por lo visto sigues igual de borde.- dio un paso más hacia él, quedándose a escasos centímetros de su rostro- Pero hay que reconocer que estás más guapo.- posó la mano sobre su bícep, acariciándolo- Y por lo que veo, también más fuerte.
De repente sentía unas terribles ganas de alejar a esa chica de Erick, ¿¡qué narices se creía que estaba haciendo?!
Entonces, sorprendentemente, él sonrió y miró a Maira con diversión.
-A ti, por lo visto el haberte unido a los Hartn no te ha cambiado.- dijo, sin apartar la mirada de sus ojos.- Sigues igual de desesperada.
Esta miró con rabia a Erick y se apartó de él. No pude evitar que una pequeña sonrisita se formara en mi rostro.
-Ya basta Maira.- dijo el ángel Hartn, mientras posaba una mano en el hombro de la chica.- Llevarlos a los calabozos.- ordenó a las personas encapuchadas que estaban rociando brebajes en las ollas.
Estos dejaron lo que estaban haciendo y se dirigieron hacia nosotros. Maira se aproximó a Erick y le susurró algo al oído que no pude entender, este frunció el ceño y se apartó de ella. Mientras dejaba que los guardias le pusieran las esposas sin apenas oponer resistencia.

Yo pataleé varias veces, pero al final decidí rendirme, ya que hiciera lo que hiciera, ellos eran mucho más fuertes que yo.

Heeey lectoras, ¿qué tal?
Hoy no tengo demasiado tiempo para hablar ya que me voy YA.
En fin, os dejo "Can We Dance" de The Vamps.
Estoy demasiado obsesionada con esta canción JAJAJA 
ADIOOOOS GUAPETONAS :)